lunes, 20 de abril de 2009

Un mundo nada austero

Me sorprende la consulta de un lector, que me pregunta la relación existente entre las palabras parco y espartano. Y mi sorpresa no se debe a que la cuestión sea tan obvia que no necesite consultarse, sino al inusual empleo que se hace de estas dos palabras en un mundo, como el nuestro, donde lo que prima es lo exagerado, lo desmedido, lo que está tan lejos de la moderación, la mesura y la austeridad.
Porque parco y espartano, tan distantes en su origen, sí se acercan en su significado, en el sentido de escasez y austeridad. Vean.
Parco, procedente del latín parcus, es un adjetivo que califica al “escaso o moderado en el uso o en la concesión de las cosas”. Es parco en la comida o en la bebida el que come o bebe con moderación, como lo es en palabras, el que habla poco.
Espartano era, como se sabe, el natural de Esparta, famosa ciudad de la Grecia antigua fundada hacia el siglo VIII a. C., cuyas leyes imponían a sus varones, desde tierna edad, severísimas normas con el objeto de templar su carácter. Y, así, el espartano era sobrio, templado austero y moderado.
Y con ese sentido pasó al español la palabra, convirtiéndose en un adjetivo de significado próximo al de parco. Y por eso una educación espartana es la firme y severa, y un individuo es considerado espartano cuando es disciplinado, austero, sobrio y firme, en consecuencia, parco en sus cosas.
Esta es la relación o el acercamiento en el significado de los dos vocablos.
Sobre las palabras coacción y coerción la relación es más íntima, pues prácticamente son sinónimas, ya que si coacción es la fuerza o violencia que se hace a alguien para obligarlo a que diga o haga algo, coerción es la presión ejercida sobre alguien para forzar su voluntad o su conducta.
En el uso, la coacción obliga a hacer, mientras que la coerción suele impedir que se haga.
Alguien puede obrar coaccionado, en tanto que las medidas coercitivas reprimen o inhiben la acción.
Lo que está claro, amigos, es que ambas atentan contra la libertad del individuo.

Luque Maricarmen

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