miércoles, 15 de abril de 2009

Las palabras de la ciencia

Los progresos de la ciencia y la técnica moderna han hecho que todos manejemos a cada paso aparatos o instrumentos que ya no funcionan de la forma tradicional, sino mediante un sistema mucho más sofisticado, más preciso y cómodo llamado digital; pero, ¡ojo!, este digital no se refiere a los dedos, sino a los números dígitos.
Pues bien, para nombrar el aparato que no es digital, he oído usar la palabra análogo, cuando para eso ya figura en nuestros diccionarios el vocablo, analógico. Y analógico se aplica al aparato o instrumento que representa la medida mediante variables continuas; como un reloj analógico, frente al digital que lo hace en números dígitos.
Es cierto que en lingüística, análogo y analógico son términos que encierran una relación de semejanza y se refieren a la analogía; pero es preferible usar el adjetivo “análogo” para expresar una realidad semejante a otra, y cederle “analógico” a la tecnología.
Y si de números hablamos, vale la pena llamar la atención sobre un numeral que, con excesiva frecuencia, se usa mal en su concordancia; es el número 1 de cada decena: 21, 31, 61, 81, 101, etcétera.
Ese “uno” tiene variación de género, es decir, puede ser masculino o femenino según lo sea el sustantivo a que preceda: veintiuna personas, ciento un pesos, ochenta y una pesetas.
Pero, si estos numerales van seguidos del número mil, la concordancia se rompe: veintiún mil pesetas, treinta y un mil libras.
Y termino recordando que el “billion” inglés (mil millones) corresponde al vocablo español millardo, y no a nuestro billón, cuyo valor es de un millón de millones. Por lo que un millardo de pesos son exactamente mil millones, mientras que un billón serían un millón de millones.
Cantidades casi incontables.

Luque Maricarmen

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