lunes, 8 de febrero de 2010

La tensión que distensiona

Decía un comentarista de radio, y con razón, que hablar de política tensiona a unos y “distensiona” a otros. A los primeros, porque convierten todos los indicios en negros presagios, y a los segundos, porque criticar y proponer soluciones a los problemas políticos planteados siempre sirve de vía de escape.
Hasta aquí estamos de acuerdo. Pero en lo que disiento es en el empleo del verbo “distensionar”.
Tensionar, un verbo de reciente incorporación al español, es sinónimo de tensar, de más arraigo en nuestra lengua, y su significado, el de ambos, es ‘poner algo tenso’ o ‘poner a alguien en estado de tensión física, moral o espiritual’. Y alguien está en tensión cuando su estado anímico es de excitación, impaciencia o exaltación.
Lo contrario de tensar o tensionar es destensar o distender, cuyo significado, el de ambos, es aflojar, relajar o disminuir la tensión. Y la distensión es el efecto de distender. Pero distensionar no existe en español.
Así pues, amigos, lo mejor es que se destensen o distiendan para conservar el ánimo destensado o distendido, pero no distensionado.
Otro gazapo lingüístico, cazado “al vuelo”, surgió en un programa en que se promovía el turismo fluvial, es decir, el que se practica cerca de los ríos; en él se instaba a los aficionados a reunir sus “apareos” de pesca para conseguir buenas capturas.
Supongo que los pescadores entenderían, inteligentemente, que lo que habían de llevar para pescar no eran los apareos sino los aparejos, es decir, el “conjunto de objetos necesarios para hacer ciertas cosas”, en este caso, relativas a la pesca.
Pero aprovecho la ocasión para traer una palabra parecida al barbarismo encontrado; es pareo, un vocablo nuevo procedente del inglés pareu, y este, a su vez, del tahitiano. El pareo es un pañuelo grande que, anudado en la cintura o bajo los brazos, usan las mujeres, generalmente sobre el traje de baño, para cubrir su cuerpo.
Seguro que ya lo han visto muchas veces en la playa…

Luque Maricarmen

Algo no tan frecuente

Hoy les traigo una serie de palabras, a veces no tan frecuentes, que conviene revisar.
En el lenguaje escrito, más que en el oral, aparecen dos adverbios contrarios; son antaño, cuyo significado es “en tiempo pasado” y hogaño, que significa “en esta época, en la actualidad”. Ambos proceden de la palabra latina anno, año, precedido, en el primer caso, de ante (ante anno): antaño, y en el segundo, de hoc (hoc anno): hogaño.
De uso más frecuente, aunque a veces empleada una por otra, son calcomanía y pegatina. La calcomanía es una estampa engomada sobre un papel, que puede trasladarse a otras superficies. La pegatina, sin embargo, es solo un adhesivo que lleva algo impreso. Y pegatinas son los adhesivos que se pegan al automóvil o a otros lugares para múltiples funciones.
La calcomanía, de técnica más complicada que la pegatina, lleva impresas imágenes coloridas preparadas con trementina, que pasan del papel a superficies de madera, porcelana, seda, etcétera.
Poco usado en la lengua hablada, pero más frecuente en la escrita es el adjetivo espurio, procedente de la palabra latina spurius que significa bastardo, más usado en español con el sentido de falso o ilegítimo. A pesar de que muchos defienden la forma “espureo”, es espurio la que ha venido empleándose desde la Edad Media hasta nuestros días, ajustada a su etimología y refrendada por la Academia.
Dos vocablos parecidos en su forma, pero de contrario sentido, son exacerbar y desacerbar. Exacerbar es irritar a alguien o causarle grave enfado o enojo. También algo se exacerba cuando se agrava. Desacerbar, en cambio, es templar, endulzar o quitar lo áspero. Por eso cuando alguien o algo está exacerbado, lo mejor es desacerbarlo.
Todos sabemos que se llama tilde tanto al acento escrito u ortográfico como al rasgo o trazo pequeño que forma parte de algunas letras, como la ñ o la t. Y tildar es el verbo correspondiente. Pero otro sentido del verbo tildar es atribuir a alguien una característica negativa. Esa característica va introducida por la preposición –de. Así: “Tildaba a su jefe de explotador y en realidad no lo era”. Y no es válido tildar a alguien de algo bueno, porque el verbo tildar lleva implícito el sentido denigrativo de lo que se tilda: Lo tildaban de embustero y embaucador.

Luque Maricarmen