sábado, 18 de abril de 2009

La cigarra y la hormiga: Desmitificada, popular fábula

Seguro que muchos recuerdan la fábula de “La cigarra y la hormiga”, que comienza: Cantando la cigarra/pasó el verano entero,/sin hacer provisiones/allá para el invierno. (…)
Y cuando llegan los fríos invernales, para no morir de hambre, la cigarra recurre a la hormiga, pidiéndole algunas provisiones de las que laboriosamente ésta ha ido acumulando durante el verano, mientras ella sólo cantaba y cantaba sin cesar. Pero la hormiga le responde: ¡Yo prestar lo que gano/con un trabajo inmenso!/Dime, pues, holgazana,/¿qué has hecho en el buen tiempo?/Yo, dijo la cigarra,/a todo pasajero/cantaba alegremente,/sin cesar un momento./Ah, ¿con que cantabas/cuando yo andaba al remo?/Pues ahora que yo como,/baila tú con tu cuerpo. Todos entendimos la moraleja de esta fábula: hay que ser previsor y no perder el tiempo flojeando. Y durante mucho tiempo se miró a la cigarra con cierto desprecio y se admiró, en cambio, a la laboriosa hormiga.
Años después supe, gracias al investigador José Mª Iribarren, que esta fábula tuvo numerosos detractores que levantaron su bandera a favor de la cigarra.
Unos de los que lo hicieron fue un entomólogo (estudioso de los insectos) francés del siglo XIX, Jean Fabre. Afirmaba que, gracias a la tolerancia de las cigarras, las hormigas se aprovechan de la savia que aquéllas hacen brotar de las ramas de los árboles sin dejar de cantar.
El escritor español Blasco Ibáñez, siguiendo la línea de detractores de la fábula de La Fontaine, sostiene que la cigarra no puede pedir a las hormigas las provisiones que éstas guardan (granos de trigo y cadáveres de otros insectos), ya que ella no come, chupa. Carece de mandíbulas y de boca y su herramienta para alimentarse es una especie de trompa con la que agujerea la corteza de los árboles. Y escribe sobre ella: Música del sol, habitante de las alturas, poeta del follaje… Queda así desmitificada la conocida fábula. Yo, por mi parte, rompo lanzas en favor del mérito de alegrar al pasajero, que no es poco.

Luque Maricarmen

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