miércoles, 29 de abril de 2009

Orhan Pamuk recogió su Nobel de Literatura

Envuelto en la polémica suscitada por la concesión del Nobel de Literatura, el escritor turco Orhan Pamuk, al que muchos de sus detractores restan méritos literarios y atribuyen el premio más a su postura antinacionalista que a su valía profesional, este 10 de diciembre recogió el galardón de la Academia Sueca.

Treinta años lleva Pamuk escribiendo, sobre todo, novelas, el género literario que le une a la vida. Según sus palabras, necesita dedicarse a la literatura para ser feliz como el enfermo precisa de las medicinas para seguir viviendo.

Diez horas diarias, sentado en el mismo cuarto, dedicado al oficio de escribir. “Y no siempre escribo bien —confiesa. Cuando eso sucede, el mundo se convierte ante mis ojos en un lugar odioso, insoportable. Por eso, la mayor fuente de felicidad para mí es escribir, al menos, media página bien hecha”.

Pamuk cura sus altibajos emocionales con la literatura, creándola o disfrutando de la de otros creadores. La literatura es para él un consuelo, el refugio frente a las actividades desagradables de cada día.

Cuando estoy en medio del barullo de teléfonos, despachos, amistades, compromisos, entierros… a punto de zambullirme en el corazón de los acontecimientos, empiezo a aburrirme, y entonces siento la necesidad de escribir; es así como muchos nos convertimos en escritores, añade el autor de Nieve.

La novela une partículas de imaginación en las que nos gustaría sumergirnos lo antes posible para olvidar nuestro aburrido mundo. A fuerza de escribir, ensanchamos los límites de lo imaginario y convertimos ese segundo mundo en algo más amplio y completo. Las novelas son nuevos mundos en los que podemos entrar felices si las leemos, y más aún si las escribimos. Al igual que al buen lector le dan felicidad, al buen escritor le ofrecen un sólido mundo nuevo donde será feliz, al que podrá escapar a cualquier hora del día. Lo mejor de escribir es poder olvidar el mundo.

Como el escritor establece las reglas del juego, siente que los lectores le seguirán arrastrados por la atracción de su lenguaje, de sus frases, de su historia. La escritura es la capacidad de hacer que el lector diga: “Yo también iba a decir eso, pero…”.

Amigos, a través de estas declaraciones, ¿pudieron “entrar” en la personalidad del Nobel turco? La lectura de su obra es vital para conseguirlo.

Luque Maricarmen

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