¡Cuántas son, amigos, las prácticas que se llevan a cabo en estas fiestas navideñas! Y qué pocas veces nos paramos a averiguar de cuándo y dónde vienen.
No sé si alguna vez se lo conté, pero por si no lo hice o por si ya lo olvidaron, hoy quiero recordarles de dónde nos llegó la costumbre tradicional del Nacimiento o Belén que tantas familias montamos en nuestras casas, el cual rememora el hecho que en realidad da sentido a estas festividades.
La escena del Nacimiento es una de las más frecuentes y tempranas del arte cristiano.
Aparece ya en el siglo IV, en una catacumba, en Roma. Pero fue San Francisco de Asís quien, en el siglo XIII, instauró la forma que todos conocemos para recordar la natividad de Jesús, representándolo en el portal de Belén, sobre un pesebre.
En España esta práctica se introdujo en el siglo XIV, pero no fue sino hasta el XVII cuando quedó establecida como práctica navideña en la mayoría de los hogares cristianos españoles.
En México, en el siglo XVI, Fray Pedro de Gante fundó una escuela en Texcoco, donde enseñó a los indígenas a elaborar figuras religiosas navideñas, comenzando así la costumbre de instalar el Belén en las casas de las familias cristianas.
Sin embargo, es en el siglo XIX cuando reaparece el Nacimiento con verdadero impacto popular.
Hoy, a pesar de la influencia de otras prácticas foráneas que invaden el mercado con objetos decorativos de carácter más o menos profano, en la mayoría de los hogares cristianos de ambos lados del Atlántico siempre hay un lugar donde se recrea esa representación artística y piadosa del verdadero motivo de estas fiestas decembrinas, fiestas que reúnen a los seres queridos y ayudan a estrechar los lazos familiares y de amistad.
Desde aquí, amigos míos, mis más sinceros deseos de que sean éstas unas Navidades hermosas y felices.
Luque Maricarmen
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