miércoles, 29 de abril de 2009

La fuerza de algunas expresiones

Les comento hoy, amigos, la fuerza que tiene el uso de algunas palabras o expresiones que se ponen de moda y que, en cuanto llevan un tiempo pasando de boca en boca, desplazan a todas las que pueden utilizarse con el mismo sentido y se convierten en dueñas exclusivas de su territorio lingüístico. Y sucede, como siempre, en aras de lo útil, de lo práctico, de la rapidez.

Por eso, si llamas a la empresa preguntando por alguien de cierta relevancia, que está ausente, su secretaria te contestará con la frase, ya estereotipada, que “está reunido”. Con esas dos palabras debes entender que no puede o no quiere contestar. Difícilmente te va a decir que está ocupado, o que no está en ese momento, o que está con un cliente, o incluso, que está en una reunión. No. “Está reunido” se ha convertido en la frase cliché, breve y contundente. El frenazo en seco está servido y sobra toda explicación.

Y hablando de frases hechas, seguramente muchos de ustedes, yo también, usan el verbo dignarse en la locución “dignarse a”: “no se dignó a dirigirme la palabra”, “no te dignaste a mirarme”, etc. Y así lo hicieron y siguen haciéndolo hablantes y escritores de ambos lados del Atlántico.

Sin embargo, apoyándonos en los estudios que sobre este uso hizo el insigne lingüista Lázaro Carreter, anterior director de la Real Academia, buscando la trayectoria de la frase a lo largo de los siglos, resulta que “dignarse a” es considerado semiculto, mientras que “dignarse”, sin “a”, es considerado más culto, y empleado por escritores de aquí y de allá de la talla de Carlos Fuentes, Vargas Llosa, Semprún, etc. “No se dignó dirigirme la palabra” o “se dignó bajar del palco para saludarme”.

Escrito está. Parece que “se dignó” mejor que “se dignó a”. Desde ahora, decirlo de una forma u otra no es cuestión de conocimientos, sino de elección.

Espero que se dignen leerme la próxima semana. Hasta entonces… ¡felices días!

Luque Maricarmen

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