sábado, 18 de abril de 2009

El honor de la palabra: Agredir con malentendidos

Sobre el verbo agredir conviene aclarar algunas cuestiones para evitar dudas que de vez en cuando se plantean.
A la palabra agredir le costó trabajo entrar en el Diccionario de la Real Academia, pues aunque en el siglo XIX ya lo empleaban escritores de renombre como José Martí, en América, y Angel Ganivet, en España, conjugado en todos sus tiempos, modos y personas, fue en 1914 cuando la Academia le dio entrada. Pero entró con la recomendación de no emplearlo en las formas que carecieran de la letra “i”. Y así, no se consideraba demasiado culto decir agredo, agredes, agrede, agreda. Hasta 2001.
A partir de entonces, año en que se publicó la última edición del Diccionario de la RAE, el verbo agredir figura como verbo regular, no defectivo, por lo que puede emplearse en toda su conjugación, como ya se hacía en algunos lugares de habla hispana; aunque su uso, amigos, su uso práctico en el sentido real de “causar daño a alguien”, debe evitarse.
Otra duda frecuente es la que surge a la hora de pluralizar ese sustantivo procedente del “malentendu” francés. Malentendido es mala interpretación o equivocación en el entendimiento de algo. Pero, cuando son varios, ¿son malentendidos o malos entendidos?
Parece razonable pluralizarlo como cualquier otro sustantivo: de malentendido, malentendidos, como de bienvenido, bienvenidos o de malintencionado, malintencionados. Todos, sustantivos completos formados de dos elementos inseparables.
Y termino contestando a una pregunta de un lector: ¿cuál es el término que se aplica al último hijo mucho menor que su hermano? El más castizo, a pesar de ser poco usado, es tardano. Sin embargo, lo más frecuente es aplicar a este hijo tardío el nombre del hijo menor del patriarca Jacob, Benjamín, y como Benjamín se nombra al menor de la familia e, incluso, al miembro más joven de un grupo.

Luque Maricarmen

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