miércoles, 15 de abril de 2009

Ahí van las homónimas

Hoy les paso, amigos, algunas de las muchas palabras homónimas que pueblan nuestra lengua; esos vocablos que se escriben igual o de forma parecida pero de significado distinto, en este caso, según sean masculinos o femeninos.
Por ejemplo, hormiga y hormigo. La palabra hormiga tiene una terminación única, femenina, para referirse al insecto macho o hembra; por lo que el hormigo nada tiene que ver con ella.
El hormigo es una especie de atole hecho con harina de maíz, y también un plato de repostería elaborado con pan, almendras machacadas y miel.
No se puede relacionar el trigo, la gramínea que ha servido de base en la alimentación de tantas generaciones de seres humanos, con la triga, un carro tirado por tres caballos.
Y menos establecer relación entre una joya, el adorno hecho de oro, plata o platino, a veces con perlas o piedras preciosas, usado por mujeres y hombres a lo largo de miles de años, con el joyo, nombre que se le da también a la cizaña, esa planta gramínea que surge espontáneamente en los sembrados, a los que puede malear con la harina de su semilla, que es venenosa. Por eso ha quedado en el lenguaje la expresión de “sembrar cizaña” para señalar la acción de promover enemistad o discordia entre las personas.
Como nada tiene que ver la rótula, hueso que forma parte de la articulación de la tibia con el fémur, con un rótulo, el letrero o inscripción con que se indica el contenido de otras cosas, o el destino o la dirección de algo.
Y podríamos seguir hasta cansarnos descubriendo palabras iguales cuya diferente letra final las desliga de cualquier vínculo semántico entre ellas: un rato con una rata, el rodillo con la rodilla, un velo con una vela, un libro con una libra… y si sigues pensando, seguro que descubres muchas más.

Luque Maricarmen

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