sábado, 18 de abril de 2009

Harold Pinter: Testigo de nuestro tiempo

Este año, la concesión del Nobel de Literatura ha estado envuelta por un ambiente tenso y polémico. La Academia Sueca sufrió un descalabro a causa del abandono de la misma por uno de los académicos con más prestigio nacional e internacional, Knut Ahnlund, ocurrido dos días antes de la elección del galardonado.
Knut, elegido desde 1970 por el Instituto Nobel, como experto e investigador en literatura contemporánea, comunicó el día 11 su salida de la Academia en señal de protesta por la concesión del Nobel 2004 a la austriaca Elfriede Jelinek, manifestando que “ese premio ha destruido para siempre la valía del galardón, quitando valor tanto a las anteriores como a las futuras decisiones de la Academia”.
A pesar de todo, el día 13, el secretario permanente de la Academia anunció solemnemente la concesión del premio Nobel de Literatura 2005 al autor inglés Harold Pinter, calificándolo como el dramaturgo más relevante de nuestra época.
Opiniones y comentarios de todos los gustos hubo hacia esta elección. Pinter es un personaje controvertido. Su significación política y su antiamericanismo feroz convierten para muchos el premio concedido en una baza política y oportunista por parte de la Academia.
Harold Pinter, de 75 años, hijo de un sastre judío, pertenece al movimiento de “jóvenes airados” que en los años 50 se enfrentaron al Establishment británico.
Crítico con el sistema y comprometido políticamente, es un hombre de cine y de teatro, considerado como el “máximo exponente del teatro dramático inglés de la segunda mitad del siglo XX”.
Dramaturgo, actor y guionista de películas, seguidor de Beckett e influenciado por Kafka, Pinter es el maestro de los silencios. Lo mejor de su teatro son las pausas, los silencios que el autor administra con sabiduría y crudeza. Silencios cargados de sentido, expresivos, intensos y firmes porque dramatizan la tensión de los personajes.

Luque Maricarmen

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