domingo, 12 de julio de 2009

El Día del Español

Ya tenemos una celebración nueva que conmemorar los amantes y fieles seguidores de esta lengua nuestra. Se trata del día del español. Una fiesta que se instituyó el 20 de junio de este año y que se celebrará a partir de ahora, el sábado más próximo al solsticio de verano.
Fue una iniciativa del Instituto Cervantes, una institución que, como saben, lleva años abriéndose camino en el mundo entero con el objetivo de difundir la lengua española y todo lo que con ella se relaciona.
El “Día E” nace para celebrar el valor del español como lengua de comunicación internacional: una lengua con 450 millones de hablantes repartidos por el planeta e idioma oficial de veintiún países.
¿Sabían que, según el cálculo de expertos, en el año 2030 el número de hispanohablantes será de 535 millones aproximadamente? ¿Y que se estima que dentro de tres generaciones el español será entendido por el 10 por ciento de la población mundial? ¿Y que se cree que los Estados Unidos de Norteamérica, en el año 2050, será el primer país hispanohablante del mundo? ¿Y que el español ocupa hoy el tercer lugar entre las lengua utilizadas en Internet?
Estas y muchas otras cuestiones relacionadas con el estado de la lengua española se trataron en el Día del Español, celebrado simultáneamente en cuarenta y tres países.
Amor, abrazo, añoranza, beso... fueron algunas de las palabras preferidas por los celebrantes; aunque no deja de llamar la atención que entre los navegadores de Internet la palabra elegida fuera malevo, un vocablo que en algunas zonas de habla hispana se aplica al maleante o malhechor.
Sirva también esta nota periodística como anuncio que se hizo ese día de la celebración del V Congreso Internacional de la Lengua Española que tendrá lugar en la ciudad chilena de Valparaíso, en el año 2010, y será uno de los acontecimientos que festejarán el Bicentenario de la Independencia de ese país andino.

Luque Maricarmen

Dudas a montones

Dudas, dudas a montones surgen en el habla de cada día, titubeos que a veces nos hacen perder seguridad a la hora de expresarnos, de palabra o por escrito. Vamos a verlas juntos. ¿Es membresía o membrecía? La condición de miembro de un colectivo se llama membrecía, no membresía.
Membrecía es un derivado de “miembro” más el sufijo –cía, como abogacía, de abogado y clerecía, de clero. La terminación –sía, sin embargo, es propia de sustantivos derivados de palabras que terminan en –s, como burguesía, de burgués o feligresía, de feligrés.
Todos sabemos algo sobre la desintegración espontánea de los átomos de un cuerpo, pero la palabra que lo define, ¿es radiactividad o radioactividad? Es preferible la primera, radiactividad, aunque también es válida la variante, radioactividad. Igual sucede con los adjetivos correspondientes radiactivo y radioactivo.
¿Cuál es el nombre del jefe de una comunidad judía, rabino o rabí? El más usual es rabino, aunque el término original, rabí, procedente del hebreo, rabbi, también es válido, con su plural rabíes o rabís.
¿Es efeméride o efemérides? Efemérides se usa en plural para referirse al conjunto de hechos notables que merecen recordarse y ser celebrados cada vez que se cumple su aniversario: “Todos los años se celebran las efemérides patrias”.
Cuando se hace referencia a un solo hecho memorable, se debe usar el singular, efeméride, aunque hoy es frecuente y se considera válido emplear efemérides como forma de singular (la efemérides): Aquella efeméride (o aquella efemérides) fue recordada solemnemente.
¿Carie o caries? Acudimos al dentista cuando tenemos una erosión en el esmalte de los dientes producida por bacterias, es decir, una caries; nunca una carie, porque la forma de esta palabra es invariable para el singular y el plural.
Y termino con cuatro adjetivos cuya forma semejante a veces confunde; son inerme, inerte, inmune e impune.
Inerme es el que está indefenso o sin armas: “Quien tiene espada gobierna y quien está inerme se somete”. Inerte es el que está sin vida o sin movimiento: “Mataban a los tiburones y tiraban sus cuerpos inertes al mar”. Inmune, el que está libre de algo perjudicial o es invulnerable, es decir, que no puede ser herido por ello. Introduce su complemento con la preposición –a (inmune a): “Trabajaba de sol a sol, era inmune al cansancio”. Nada que ver con impune que significa “sin castigo”: “Tantas mentiras no podían quedar impunes”.


Luque Maricarmen

Algunas curiosidades

Existen palabras en nuestro idioma que usamos con relativa frecuencia, pero de las que no siempre conocemos su origen. Por si alguna vez les picó la curiosidad, hoy les traigo algunas.
Debacle es un sustantivo femenino que procede del francés y significa “desastre, ruina o derrota”. Se utiliza cuando se pierde el control de una situación, ante la proximidad de un desastre, para anunciar una derrota etc.; por ej. “Cuando sonó la señal de alarma todos salieron de estampida y se formó la debacle”. “Las últimas derrotas sufridas por el Real Madrid condujeron al equipo a la debacle”.
La palabra empezó a usarse en Francia tras su derrota por el ejército alemán en 1870. Su difusión fue definitiva con la publicación del libro La débâcle, en 1892, que sobre ese tema escribió el novelista francés Emile Zola.
Draconiano es un adjetivo que se aplica a una ley o a una medida sanguinaria o excesivamente severa. La palabra se debe a Dracón, legislador griego que 600 años antes de Cristo, dictó el primer código legislativo de Atenas. Y eran tan duras las penas con que las leyes castigaban hasta los pequeños delitos, que al cabo de más de veintiséis siglos, su dureza se recuerda en nuestra lengua con este calificativo. Por ej. “En el ejército se aplicaban medidas draconianas a los desertores”.
A la persona dominada por la gula se le llama heliogábalo, en memoria de aquel emperador romano, del siglo II a. de C. conocido por ese nombre, que comía opípara y vorazmente. Cuentan que a pesar de que solo duró en el trono tres años, de los 14 a los 17, asombró a sus súbditos de Roma, no sólo por su glotonería sino por sus muchas excentricidades; era tan afeminado que vestía ropas de mujer y se casó con varios gladiadores. En sus famosos banquetes se complacía en gastar pesadas bromas a sus invitados; en uno de ellos, a la hora de los postres, cuando ya todos estaban afectados por la bebida, para aterrorizarlos, cerró todas las puertas y soltó una manada de fieras salvajes a las que previamente había hecho arrancar dientes y garras. No parece que la gula fuese su peor defecto. Aunque más famoso por su buen yantar se hizo Pantagruel, el protagonista de la obra del francés Rabelais, del siglo XVI, Gargantúa y su hijo Pantagruel. Su desmedido apetito y las comilonas con que se agasajaba pasaron a la posteridad, por lo que suele calificarse de pantagruélico el festín excesivo y copioso.

Luque Maricarmen

La doble negación

Muchas dudas suscita el tema de la doble negación que se produce en el lenguaje habitual cuando se emplean, en un mismo enunciado, dos partículas negativas. Todas ellas provocadas por el conocido axioma de “dos negaciones afirman”. Pero, amigos, la cuestión es que la lengua no es una ciencia exacta, como las matemáticas o la física; la lengua es un instrumento creado por los seres humanos para poder comunicarse. Y está sujeta a múltiples factores: personales, históricos, geográficos, sociológicos, y tantos más... que van determinando formas y modos de expresarse.
Precisamente por eso, por todo aquello que de vez en cuando hace que se muevan nuestras convicciones lingüísticas, es por lo que tan necesaria resulta la existencia de organismos reguladores, las academias, que vayan poniendo orden en este “cosmos” tan complejo y tan hermoso que es el idioma. Y más el nuestro, que se extiende por veintiún países y en el que nos entendemos más de cuatrocientos millones de personas.
Y respecto a las dudas que mencionaba al principio, la academia de la lengua dice que cuando el verbo de un enunciado va seguido de adverbios o pronombres de sentido negativo (nunca, jamás, nada, ninguno, etcétera), ese verbo irá precedido el adverbio de negación, no. Por ejemplo: No llamas nunca. No lo haré jamás. No quiero nada. No lo sabe nadie. No llegó ninguno.
Claro que estos enunciados negativos pueden construirse con los adverbios y pronombres antepuestos al verbo, en cuyo caso no necesitan la negación, no: Nunca llamas. Jamás lo haré. Nada quiero. Nadie lo sabe. Ninguno llegó.
En cuanto al pronombre indefinido nada, cuando va pospuesto al verbo, en la oración debe aparecer algún otro elemento negativo: Aquel día nadie vio nada. En el juicio ningún declarante dijo nada.
Cualquiera de las formas indicadas de negar es correcta.
El indefinido nadie no admite complementos partitivos, y si los necesitara, deberá ser sustituido por ninguno. Según esto, no es correcto: “nadie de nosotros” ni “nadie de ellos”, sino: ninguno de nosotros o ninguno de ellos. El verbo puede ir en singular o en plural: en singular, ninguno de nosotros irá a la boda, o en plural, ninguno de nosotros iremos a la boda. Si ninguno va seguido de un complemento plural introducido por de, más sustantivo, el verbo irá en singular: ninguno de los presentes asistirá a la boda o ninguno de los testigos presentó su testimonio, o ninguno de los hermanos terminó la carrera.
Son vulgares las formas nadien y naide.
En fin, amigos, se trata de precisiones lingüísticas inevitables.


Luque Maricarmen

Latinismos

Muchos son los latinismos o locuciones latinas que aparecen en nuestro idioma. Y tiene su explicación, ya que fue el latín la lengua culta usada durante siglos y de la que procede la nuestra. Unos pasaron a la historia. Otros muchos son exclusivos del lenguaje jurídico y otros permanecen y se emplean en el lenguaje coloquial, al que dotan de cierta erudición. Hoy les traigo algunos.
“Errare humanum est” significa ‘errar es humano’ y se emplea como disculpa ante una equivocación o un error.
La locución “modus operandi” significa ‘modo de obrar’. Tiene género masculino y es invariable en plural. Por ejemplo: “En los dos atentados los terroristas emplearon el mismo modus operandi”.
Las mismas características tiene “modus vivendi”, cuyo significado en el lenguaje corriente es ‘modo de ganarse la vida’. Por ejemplo: “Tenía tanta habilidad para la falsificación que la convirtió en su modus vivendi”.
“Verba volant, scriptum manet” significa ‘las palabras vuelan, lo escrito permanece’. Es una sabia frase de fácil aplicación.
Un latinismo de uso frecuente es déficit, 3ª persona singular del presente del verbo deficio cuyo significado es ‘faltar’. Empezó a usarse en el siglo XVIII en el ámbito económico con el sentido de ‘diferencia negativa entre ingresos y gastos’. El déficit, en general, es la ‘falta o escasez de algo que se juzga necesario’: “la ciudad tiene déficit de viviendas”. El plural es déficits.
Se sabe que para cerrar enumeraciones incompletas se usa la palabra etcétera, abreviada: etc. Procede de la expresión latina “et caetera” que se traduce por ‘y lo demás’.
Este latinismo, que en la escritura se emplea normalmente en forma abreviada, siempre va precedido de coma: “empezaron a llegar animales: perros, gatos, ardillas, patos, etc. Aquello parecía un zoológico”.
Como sustantivo, etcétera es masculino y admite plural: “Habría que añadir a lo dicho infinitos etcéteras”.
La locución latina “sui géneris” significa literalmente ‘de su género o especie’. Se usa como adjetivo con el sentido de ‘singular o peculiar’: “ese novelista tiene una forma sui géneris de escribir”.
“Vox pópuli” se traduce literalmente por ‘voz del pueblo’ y se emplea con el sentido de ‘rumor popular que corre de boca en boca’: “la infidelidad del rey ya era vox pópuli”, quiere decir que era del dominio público, o sea, conocida por todos.
Y termino con una que pueden encontrarse escrita y suele despistar; es “in púribus”. Originalmente era “in puris naturálibus”, literalmente ‘en puro estado natural’, pero con el tiempo la expresión latina se redujo, quedando en la forma actual, con el significado de: ‘completamente desnudo’. Por ej. “Los amantes apagaban la luz antes de quedarse in púribus’.
La lista sería interminable. Seguiremos.

Luque Maricarmen

Problemas con la ortografía

Topónimos y gentilicios son términos que con frecuencia presentan problemas de ortografía. Los primeros se refieren a nombres propios de lugar y los gentilicios a los oriundos o pertenecientes a ese lugar.
Les paso el nombre, en español, de topónimos y gentilicios que a menudo encontramos en los medios de comunicación.
Abiyán es el nombre de la antigua capital de Costa de Marfil. No debe escribirse Abidjan, forma utilizada en inglés y en francés. El gentilicio correspondiente es abiyanés.
Debe evitarse el empleo de la forma inglesa, Abu Dhabi para escribir el nombre de la capital de los Emiratos Arabes Unidos. En español es Abu Dabi. Su gentilicio, abudabí; en plural, abudabíes
Afganistán es la forma tradicional en español del nombre de esta República del sudoeste de Asia. Su gentilicio, afgano, no debe confundirse con el nombre de su moneda oficial, el afgani.
La capital de Turquía es Ankara. Su nombre tradicional en español era Angora, término que se conserva en algunas especies de animales, como el gato, la cabra o el conejo de Angora.
Bangladés es el nombre en español de este país del sur de Asia, no Bangladesh ni Bangla Desh. El gentilicio más propio es bangladesí, plural bangladesíes, ya que bengalí, también usado, en realidad corresponde a Bengala, una región que incluye el actual Bangladés más el estado indio de Bengala Occidental.
Bogotá es el nombre abreviado de Santafé de Bogotá, capital de Colombia. Por razones históricas es correcta la forma Santafé, escrita en una sola palabra. El gentilicio es santafereño o bogotano.
El gentilicio de Brasil es brasileño o brasilero, no carioca, como a veces se usa impropiamente, y el de los Estados Unidos de América, estadounidense o estadunidense.
La isla que comprende Inglaterra, Gales y Escocia se llama Gran Bretaña; su gentilicio, británico. Puesto que abarca la mayor parte del Reino Unido, ambas denominaciones se emplean para referirse al país. También se usa el nombre de Inglaterra para referirse a todo el país, que incluye, además de Gales y Escocia, Irlanda del Norte. Inglés, se emplea extensivamente como gentilicio de Gran Bretaña o del Reino Unido.
La verde Erín es el nombre poético con que a veces es nombrada la isla de Irlanda; en gaélico se llama Eire.

Luque Maricarmen

La libertad

La palabra libertad, y todo lo que ella encierra, da mucho de sí; mucho en el aspecto filosófico, social, político y en el personal. Pero también en el lingüístico. Vean.
Nos llegó directamente del vocablo latino “libertas” y como libertad la venimos usando a lo largo de siglos.
De la mano de esta palabra fueron surgiendo otras relacionadas con ella, etimológica o semánticamente, es decir, por su raíz o por su significado. Es importante precisar la diferencia entre ellas, pues su semejanza confunde muchas veces. Sucedió con los verbos liberar y liberalizar.
En una revista de amplia difusión se leía: “Ahora los hijos se liberalizan procurando separarse del modelo de comportamiento de los padres”.
Liberalizar es un verbo de claras connotaciones políticas o sociales; consiste en hacer liberal algo o a alguien en el ámbito social o político. Es, además, un verbo transitivo, por lo que uno mismo no se liberaliza, siempre hay alguien que lo liberaliza. Sin embargo, uno mismo sí se libera, cuando se desprende de una obligación o atadura; y también puede liberar a otro, cuando se le exime de esa obligación o compromiso.
La frase en cuestión, estaría mejor expresada si dijera que ahora los hijos se liberan de patrones establecidos, procurando separarse del modelo de comportamiento de los padres.
De la misma familia semántica son: liberalismo, la actitud que propugna la libertad y la tolerancia en las relaciones humanas. Y en el ámbito político, es la doctrina que defiende las libertades y la iniciativa individual, limitando la intervención de los poderes públicos en la vida social, económica y cultural. Es liberal el que practica esta doctrina.
Pero también liberal es un adjetivo que se aplica al que es generoso y desprendido, al que practica la liberalidad, que es una virtud que consiste en dar generosamente sin esperar recompensa.
Emparentado con libertad está libertinaje, uso desenfrenado y abusivo de la libertad; su partidario es el libertino.
El adjetivo libertario se aplica al que defiende la libertad absoluta y la supresión de todo gobierno y ley. El liberto era el esclavo al que se le dio la libertad.
Y finalmente, dos gentilicios relacionados con la palabra son: liberteño, natural de La Libertad, provincia del Perú y libertadense, nacido en La Libertad, de El Salvador.

Luque Maricarmen

Impreso o imprimido

Una palabra de uso frecuente en el ámbito del trabajo es el verbo imprimir, “marcar sobre papel u otro material un texto, un dibujo, por medios mecánicos o electrónicos”. Este verbo tiene dos participios: el regular, imprimido y el irregular, impreso. Y con frecuencia se plantea la duda sobre el uso de uno u otro, algo que desde hoy no sucederá.
Ambos participios pueden utilizarse indistintamente para formar los tiempos compuestos, en activa y pasiva. Así: Habían impreso (o imprimido) sólo billetes de alta denominación. La obra había sido imprimida (o impresa) en la ciudad de Buenos Aires. Se han impreso (o imprimido) muchos ejemplares.
Sin embargo, cuando el participio tiene función adjetiva, se prefiere en todo el ámbito hispánico la forma irregular impreso-a: En el papel pudo ver la imagen impresa de su hijo. En esa página aparecía su rostro impreso.
El sustantivo correspondiente es impresión, la acción o efecto de imprimir.
Consecuentemente, el verbo sobreimprimir, “imprimir algo sobre un texto o una imagen, o hacer que aparezca superpuesto a ellos”, que procedente del ámbito de la imprenta se emplea hoy en los campos del cine, la fotografía y la televisión, sigue la misma norma en el uso de sus participios sobreimprimido y sobreimpreso.
El sustantivo correspondiente es sobreimpresión, pero de él no puede formarse el verbo “sobreimpresionar”, ya que no existe en español.
Sí existe, en cambio, otro verbo, aunque es de uso relativamente reciente, abducir, cuyo significado, cuando se dice de un extraterrestre, es “secuestrar a alguien”: Aquel individuo manifestó haber sido abducido por una nave extraterrestre.
En otro sentido, abducir es “alejar algo (un miembro o un órgano) del plano imaginario que divide el cuerpo en dos partes simétricas: No podía girar ni abducir la cadera fácilmente.
Las palabras abducción y abductor corresponden al verbo abducir, en sus dos sentidos: Se trata de un caso de abducción extraterrestre, o Tenía lastimado el músculo abductor de la pierna derecha.


Luque Maricarmen

Historia de la palabra influenza

Ya sé que están hartos del tema. Que de repente se ha instalado en el centro de nuestras vidas y todo gira en torno a él. Me estoy refiriendo a la influenza. Pero hoy vamos a ocuparnos de ella como palabra.
Tiene su origen en el bajo latín, el escrito durante la Edad Media, donde existía la palabra influentia con el sentido de influencia.
Parece ser que en los comienzos del siglo XVI se extendió por Italia una epidemia de fiebre escarlatina a la que se llamó “influenza de fiebre escarlatina” por la facilidad con que se extendió o la influencia que tuvo sobre la población.
Ya en el siglo XVIII, surge en Italia una gran epidemia de gripe que empieza a llamarse “influenza di catarro” y se extiende por toda Europa. Para abreviar el nombre, esta epidemia de catarro se empezó a llamar solamente influenza, y así llegó su significado a nuestra gripe, palabra que ya pertenecía al español, procedente del francés, con el significado de “catarro epidémico”.
Otras fuentes atribuyen a un antecesor del actual Papa, a Benedicto XIV, la aplicación del nombre “influenza” a la gripe del siglo XVIII, por considerarla causada por la influencia de los astros.
La palabra “influenza” aparece documentada por primera vez en español en una obra del escritor peninsular, Benito Pérez Galdós, en la última década del siglo XIX, pero tuvieron que pasar varios años para que la Real Academia la registrara en el Diccionario Académico. Fue en su decimosexta edición cuando aparece el vocablo “influenza” como un italianismo, con el significado de “gripe”. Hasta entonces había sido gripe el único nombre de la “enfermedad epidémica caracterizada por fiebre y síntomas catarrales” en toda el área hispanohablante; aunque en México y Colombia se emplea también la variante “gripa”.
En cuanto a epidemia y pandemia, palabras de uso constante en estos días, la diferencia es que la epidemia se propaga durante algún tiempo por un país afectando a gran número de personas, y la pandemia es una epidemia de mayores proporciones, pues se extiende a muchos países, afectando a mayor número de individuos.
Espero, amigos, que estos vocablos pierdan actualidad y pronto podamos olvidarlos.

Luque Maricarmen

No caer en el reduccionismo

Un amigo radioescucha, que sigue fielmente mis intervenciones en la radio, me felicitaba a su regreso de un viaje a Madrid, por lo que había percibido de buen hacer lingüístico en lo relativo a carteles, anuncios y demás, lo que, según él, demuestra un cuidado extremo en el uso de nuestra lengua y un gran interés por su buen uso… Y lamentaba que en México no sucediera lo mismo.
Yo le agradecí de corazón su felicitación por la parte que, como madrileña, me toca, pero tengo que confesar que, si bien es cierto que son cuidados los mensajes que han de ser expuestos en lugares públicos, no es tan cierto que el interés por hablar bien, conocer mejor el idioma y conservarlo sea una de las constantes en las calles de las ciudades españolas, ni en los medios de comunicación.
Sin embargo, yo, aquí, desde el puesto de observación privilegiado que constituye un programa de radio al que tienen acceso cientos de miles de hablantes mexicanos, cada día tengo la suerte de poder constatar, a través de los mensajes que recibo, la pasión que en México despierta lo relativo a nuestra lengua común y el enorme deseo de los mexicanos por expresarse con corrección en el lenguaje oral y escrito.
Teniendo en cuenta que México es el país con mayor número de hispanohablantes del mundo, es esperanzador para el futuro del español el amor que por esta lengua sienten la mayoría de sus hablantes.
Por cierto, una cuestión lingüística que a muchos interesa es el valor de un tiempo verbal que se usa poco en México, pero que es habitualmente empleado en otros lugares de habla hispana. Se trata del antepresente: (he amado, has amado, ha amado, hemos amado, han amado).
Este tiempo, como su nombre indica, algo anterior al presente, se refiere al pasado, pero es un pasado cercano, más cercano que el pretérito (amé, amaste, amó...). Ej.: “El mes pasado conocí a los papás de mi novio, hace unos días, a sus hermanos y esta mañana he conocido a sus abuelos”. “¿Qué has comido hoy? -Como ayer comí carne, hoy he comido pescado”.
Con frecuencia, este tiempo es sustituido por el pretérito, pero es conveniente el uso de los dos. El reduccionismo en el idioma, es decir, la supresión de palabras reduciéndolas a una es una tentación en la que conviene no caer, pues lo empobrece. Usémoslas todas, que para eso están.

Luque Maricarmen

Términos políticos

En los medios de comunicación se emplean con frecuencia términos políticos cuyo significado a veces confunde por no conocerse su etimología; son términos cultos cuyo origen se encuentra en la cultura grecolatina.
Del término griego —àristokratía (compuesto de –àristos, el mejor, y –krateo, gobernar) procede la palabra aristocracia, que, como su nombre indica, significa “el ejercicio del poder político por una clase privilegiada”. Hoy la aristocracia representa la clase noble o de rango más elevado, de un país o provincia.
Frente a aristocracia está democracia, procedente de –demos, pueblo, que, por el contrario, es la “forma de gobierno ejercida por el pueblo”. Puede considerarse una desviación de la democracia la demagogia, práctica política consistente en ganarse con halagos el favor del pueblo, y demagogo el que la practica.
La autocracia, de –autó, propio, es el sistema de gobierno en el que “la voluntad de una sola persona es la ley”; por lo que el autócrata es el que ejerce por sí solo la autoridad suprema en un Estado.
Del griego –géron, anciano, procede la gerontocracia, que es el “gobierno desempeñado por los ancianos”, de uso en muchas civilizaciones antiguas.
Más nuevo es el término tecnocracia, del griego –tecné, técnica, cuando el ejercicio del poder está en manos de técnicos o personas especializadas en alguna materia, como economía, administración, etcétera. Y son tecnócratas los que desempeñan su cargo público atendiendo a hallar soluciones eficaces por encima de otras consideraciones ideológicas o políticas.
La plutocracia, derivada del griego –plutos, riqueza, es el “gobierno de los ricos”. El nombre está relacionado con Plutón, dios mitológico de las regiones subterráneas, llamado así por las riquezas de su reino, pues muchos fueron los tesoros hallados en las entrañas de la Tierra y los que todavía en ellas descansan.
Y en la misma línea de formación, oligarquía es el “gobierno de unos pocos”, y oligarca cada uno de los individuos que lo componen. Ambas palabras formadas a partir del prefijo griego –oligo que es “poco”
.

Luque Maricarmen

La tilde, el ama de las palabras

¿Qué es lo que en realidad se llama tilde?
La tilde o el tilde, porque son aceptados ambos géneros aunque hoy se usa más el femenino, es el nombre, tanto del acento escrito como del rasgo, virgulilla o trazo pequeño que forma parte de algunas letras, como la –t, o la –ñ.
También significa “tacha o nota que denigra”, como en el ejemplo: “Solo le faltaba al personaje ese tilde de hereje”. Comparte este sentido con el verbo tildar, que además de “poner tilde a las letras que lo necesitan”, significa “señalar a alguien con alguna nota denigrativa”, como cuando se tilda a alguien de ambicioso, de flojo o de cualquier otro calificativo negativo, nunca de algo bueno; por ejemplo: “La joven no se atrevía a actuar de forma desenvuelta para no ser tildada de frívola”.
Pero es la tilde en el sentido de acento gráfico la que me preocupa; porque sucede, por alguna extraña razón, que los docentes, en muchos casos, no le dan la importancia que le es debida, considerando faltillas o pecadillos veniales ortográficos los errores de acentuación, lo que ha provocado que muchas veces en los escritos de personas consideradas cultas aparezcan múltiples yerros acentuales.
Y sucede que al leer esos textos se pierde con frecuencia la claridad de su significado.
El acento, como dijo el gran lingüista Menéndez Pidal, es el alma de las palabras. El acento da la forma y asegura la identidad sustancial de los vocablos.
Si lo dudan, consideren estos ejemplos: Termino este escrito, lo terminó mi maestro, el término de la vida es impredecible. La misma palabra en tres “posturas” diferentes, según el acento: presente, pasado y sustantivo.
En ocasiones, el acento marca ostensiblemente el cambio de significado: cortes y cortés, plato y plató (escenario para rodaje), libro y libró, pelicano (de pelo cano) y pelícano (ave), vengo y vengó, réprobo (malvado) y reprobó... y cientos de palabras cuya diferencia con su homónimo está marcada por la tilde o acento gráfico.
Los acentos y los signos de puntuación son la clave de un buen escrito. Pero esto ya lo trataremos en otro espacio.


Luque Maricarmen

Las impropiedades léxicas

Cometer impropiedades léxicas, es decir, usar indebidamente palabras en nuestro lenguaje hablado o escrito con significados inadecuados a lo que tratamos de expresar es algo de lo que nadie está a salvo. Pero cuando estas impropiedades las cometen los medios de comunicación es más grave porque son los que van marcando la pauta o el modelo de cómo se habla o escribe.
Posiblemente hayan visto escrita, como yo, la frase: “La política gubernamental fue valorada negativamente por la oposición”.
El significado de valorar es “reconocer, estimar o apreciar el valor o mérito de alguien o algo”; y el mérito nunca es negativo, por lo que nada puede ser apreciado negativamente. Para eso está el verbo evaluar que es eso, señalar, estimar o calcular el valor de algo. Y así se evalúan los méritos del aspirante a un trabajo, o la política de un partido.
Sin olvidar que para determinar el precio de una cosa, sí es apropiado el uso de valorar o valuar. Y que tanto el verbo evaluar como valuar se acentúan como actuar.
Las palabras que corresponden a la acción o efecto de estos verbos son: valoración o avalúo, de valorar; evaluación, de evaluar y valuación, de valuar.
Y termino señalando la diferencia de uso que se hace en el lenguaje habitual entre las palabras pelo y vello; mientras el primero hace referencia al que cubre la cabeza humana, llamado también cabello, y al de la barba masculina, el vello se refiere al pelo más corto y suave que sale en algunas partes del cuerpo humano. También se llama vello a la pelusa de que están cubiertas algunas frutas o plantas.
Nada que ver con lo bello, referente a la belleza. Obviamente.
Algún día les pasaré expresiones que el habla popular ha ido formando con la palabra pelo. Grosso modo, es decir, más o menos, unas cincuenta.

Luque Maricarmen

Da lo mismo Iraq que Irak

A la vista de la ambigüedad con que los medios de comunicación escriben la palabra Iraq o Irak, se impone la pregunta de cuál es la forma correcta de escribir el nombre del país árabe que se encuentra en los territorios de lo que antiguamente fue Mesopotamia.
Pues la grafía culta es Iraq, ya que la letra final árabe, qaf, se transcribe en español como q, y así ha sido transcrito el topónimo por los más prestigiados lingüistas y arabistas en sus escritos. Sin embargo, teniendo en cuenta lo ajena que resulta en español la letra q a final de palabra, desde hace ya mucho tiempo aparece también documentado este topónimo en la forma Irak, aceptada como válida.
Por lo que, aunque Iraq sea la forma culta de escribirse, por apoyarse en fundamentos lingüísticos más firmes, es también correcto escribir Irak.
El gentilicio es, para ambas formas, iraquí, y su plural, iraquíes.
Hay tres verbos en español que significan lo mismo, por lo tanto son sinónimos y se emplean indistintamente: alquilar, arrendar y rentar. El último, rentar, está asentado en México, y en algún otro país de América, por influjo del inglés “to rent, aunque el de uso más común en todo el ámbito hispánico es alquilar.
Los tres significan “ceder o adquirir, temporalmente, el uso de algo (una casa, un coche, etcétera) por un precio convenido”. El doble, y contrario, significado de estos verbos, ceder o adquirir, hace que en muchos casos su sentido sea ambiguo. Así, en la oración “Pedro alquiló o arrendó su casa a Luis” no queda expresado claramente quién es el que cobra y quién paga, Pedro o Luis, por lo que conviene ser muy explícito.
Lo que no ofrece duda es que el que paga la renta del alquiler de una casa es el inquilino o arrendatario, y el contrato que une a ambas partes es de arrendamiento o inquilinato.

Luque Maricarmen

El gobierno que transita por el cosmos

Es tarea fácil establecer la relación entre determinadas palabras, sobre todo aquellas que en su formación comparten idéntico prefijo latino. Es el caso de los vocablos tránsito, transitorio, transitar y transitivo. Todos ellos están formados a partir del prefijo latino trans, que significa “al otro lado” o “a través de” y del verbo eo que es “ir”, por lo que todas pertenecen al mismo campo semántico.
Transitar es “ir o pasar por un lugar” o “pasar de un lugar o situación a otra”. El tránsito es la actividad de personas y vehículos que pasan por calles, carreteras. Esas calles carreteras o vías por las que se transita son transitables.
Transitorio es lo pasajero o temporal, es decir, lo que pasa y no es permanente. Es transitivo es lo que pasa y se transfiere de uno a otro. En gramática se dice que un verbo es transitivo cuando su acción pasa directamente a alguien o algo distinto de quien la realiza.
Es importante saber que el sufijo trans a veces pierde la –n, y palabras, como translúcido y transcendental pueden ser también traslúcido y trascendental.
Cosmos, como palabra independiente, significa “universo”; es común para singular y plural, por lo que no pierde la –s final, excepto cuando actúa como elemento compositivo inicial: cosmonauta, cosmovisión.
El significado de la palabra cosmopolita, derivado de su propio nombre griego, es “ciudadano del mundo”. El cosmopolita es el que considera todos los lugares del mundo como patria suya y es abierto a otras costumbres y realidades. Se habla de ciudades cosmopolitas cuando están abiertas a individuos, costumbres y representaciones de distintas razas y colores.
El cosmopolitismo es un concepto moderno que supone la apertura hacia un mundo más amplio y diferente del propio, con la superación de antiguos localismos.
¿Qué hay sobre las palabras “gobernatura y gubernatura”? Silencio académico. En ningún diccionario académico aparecen estos vocablos.
La acción y efecto de gobernar se expresa en el español actual con las palabras gobierno, la más usada, y gobernamiento, poco usada, pero correcta. Sí aparece, sin embargo, gobernanza para referirse al “arte o manera de gobernar que persigue el logro de un desarrollo económico y social duradero, y promueve el equilibrio entre el Estado, la sociedad civil y el mercado de la economía”.

Luque Maricarmen

El idioma español no se detiene

Hoy les paso una noticia de interés para los que seguimos el paso de nuestra lengua.
En la primera semana de este mes de marzo se han reunido en Sevilla, España, representantes de las veintidós academias de la Lengua Española para revisar su trabajo en común.
El Diccionario de Americanismos, proyecto acariciado por la Real Academia desde hace cien años y cuya realización no ha sido posible por la falta de medios económicos, será una realidad dentro de un año, en su presentación oficial durante el V Congreso Internacional de la Lengua Española, que tendrá lugar en la ciudad de Valparaíso, Chile, en 2010.
Este Diccionario es una obra ambiciosa realizada por la Asociación de Academias de la Lengua Española, que recogerá las palabras heredadas de las lenguas originarias de América, los castellanismos que llegaron y cuyo uso ha desaparecido en España y las palabras del español con distintos significados en los diferentes ámbitos de habla española. Recogerá también términos que no se utilizan en el español general, de uso específico en alguna o varias regiones americanas.
Se está trabajando en esta obra desde el año 2004, gracias al patrocinio de Repsol y bajo la dirección del académico puertorriqueño, Humberto López Morales, secretario general de la Asociación de Academias. Es una obra panhispánica, como la última edición del Diccionario académico (2001), La ortografía de la lengua española y el Diccionario panhispánico de dudas, obras todas realizadas por consenso entre todas las Academias de la Lengua.
El V Congreso de la Lengua Española será también el escenario de presentación de una obra importantísima que ya está en marcha: la primera Gramática conjunta del español total, otra obra panhispánica, la más importante para el español de los últimos siglos, que actualizará la Gramática vigente, aprobada en 1931.
El idioma español no se detiene.

Luque Maricarmen

Machismo y feminismo en la lengua

Por todos los ámbitos de la sociedad se paseó, y sigue paseándose, la cuestión del machismo y el feminismo, con protestas, cambios y reajustes para todos los gustos. Y la corriente llegó a la Academia de la Lengua.
Fue en el año 1999 cuando el Instituto de la Mujer, en España, levantó su voz presentado un estudio en defensa de la mujer y su entorno, en lo que al idioma se refiere.
Y el estudio, elaborado por expertas en lingüística y docencia, mostró cómo, en efecto, el Diccionario de la Real Academia Española en sus definiciones tomaba como base, en muchos casos, una perspectiva masculina, considerando al hombre como elemento central. Ciertamente, la sociedad va cambiando y la mujer hoy está presente en todos los estamentos sociales desempeñando las más variadas funciones, por lo que la Academia hubo de ajustar el género gramatical en profesiones, cargos, títulos y otras actividades de las que la mujer ya forma parte.
En líneas generales, la formación del femenino sigue las normas siguientes:

- En las palabras cuyo masculino termina en –o cambian esa o en –a: ingeniero/ingeniera, médico/médica, ministro/ministra, aunque hay excepciones como el/la piloto, el/la modelo.
- Los que acaban en –a son comunes: el/la terapeuta, el/la logopeda, el/la pedíatra. En algunos casos toma la terminación culta –isa: profeta/profetisa, poeta/poetisa, aunque también es válido poeta para mujer.
- Los que terminan en –e tienden a funcionar como comunes: el/la cicerone, el/la conserje, el/la orfebre. Algunos forman el femenino con las terminaciones –es, -isa o –ina: conde/condesa, sacerdote/sacerdotisa, héroe/heroína.
- Son también comunes los terminados en –ante o –ente: el/la agente, el/la dibujante, el/la estudiante.
- Funcionan también como comunes los pocos que terminan en –i o en –u: el/la maniquí, el/la gurú.
- Los que acaban en –or forman el femenino añadiendo –a: gobernador/gobernadora, aunque en algunos casos presentan la forma culta en –triz: emperador/emperatriz, actor/actriz.
- Los que acaban en consonante suelen ser comunes: el/la cónsul, el/la capataz, el/la juez, aunque a veces toman una –a: juez/jueza, aprendiz/aprendiza.
Independientemente de su terminación, funcionan como comunes los que designan grados en la escala militar: el/la teniente, el/la capitana, el/la teniente.
Como ven, la Academia adaptándose a las necesidades de la comunidad hablante.


Luque Maricarmen


Machismo y feminismo en la lengua

Por todos los ámbitos de la sociedad se paseó, y sigue paseándose, la cuestión del machismo y el feminismo, con protestas, cambios y reajustes para todos los gustos. Y la corriente llegó a la Academia de la Lengua.
Fue en el año 1999 cuando el Instituto de la Mujer, en España, levantó su voz presentado un estudio en defensa de la mujer y su entorno, en lo que al idioma se refiere.
Y el estudio, elaborado por expertas en lingüística y docencia, mostró cómo, en efecto, el Diccionario de la Real Academia Española en sus definiciones tomaba como base, en muchos casos, una perspectiva masculina, considerando al hombre como elemento central. Ciertamente, la sociedad va cambiando y la mujer hoy está presente en todos los estamentos sociales desempeñando las más variadas funciones, por lo que la Academia hubo de ajustar el género gramatical en profesiones, cargos, títulos y otras actividades de las que la mujer ya forma parte.
En líneas generales, la formación del femenino sigue las normas siguientes:

- En las palabras cuyo masculino termina en –o cambian esa o en –a: ingeniero/ingeniera, médico/médica, ministro/ministra, aunque hay excepciones como el/la piloto, el/la modelo.
- Los que acaban en –a son comunes: el/la terapeuta, el/la logopeda, el/la pedíatra. En algunos casos toma la terminación culta –isa: profeta/profetisa, poeta/poetisa, aunque también es válido poeta para mujer.
- Los que terminan en –e tienden a funcionar como comunes: el/la cicerone, el/la conserje, el/la orfebre. Algunos forman el femenino con las terminaciones –es, -isa o –ina: conde/condesa, sacerdote/sacerdotisa, héroe/heroína.
- Son también comunes los terminados en –ante o –ente: el/la agente, el/la dibujante, el/la estudiante.
- Funcionan también como comunes los pocos que terminan en –i o en –u: el/la maniquí, el/la gurú.
- Los que acaban en –or forman el femenino añadiendo –a: gobernador/gobernadora, aunque en algunos casos presentan la forma culta en –triz: emperador/emperatriz, actor/actriz.
- Los que acaban en consonante suelen ser comunes: el/la cónsul, el/la capataz, el/la juez, aunque a veces toman una –a: juez/jueza, aprendiz/aprendiza.
Independientemente de su terminación, funcionan como comunes los que designan grados en la escala militar: el/la teniente, el/la capitana, el/la teniente.
Como ven, la Academia adaptándose a las necesidades de la comunidad hablante.


Luque Maricarmen

Machismo y feminismo en la lengua

Por todos los ámbitos de la sociedad se paseó, y sigue paseándose, la cuestión del machismo y el feminismo, con protestas, cambios y reajustes para todos los gustos. Y la corriente llegó a la Academia de la Lengua.
Fue en el año 1999 cuando el Instituto de la Mujer, en España, levantó su voz presentado un estudio en defensa de la mujer y su entorno, en lo que al idioma se refiere.
Y el estudio, elaborado por expertas en lingüística y docencia, mostró cómo, en efecto, el Diccionario de la Real Academia Española en sus definiciones tomaba como base, en muchos casos, una perspectiva masculina, considerando al hombre como elemento central. Ciertamente, la sociedad va cambiando y la mujer hoy está presente en todos los estamentos sociales desempeñando las más variadas funciones, por lo que la Academia hubo de ajustar el género gramatical en profesiones, cargos, títulos y otras actividades de las que la mujer ya forma parte.
En líneas generales, la formación del femenino sigue las normas siguientes:

- En las palabras cuyo masculino termina en –o cambian esa o en –a: ingeniero/ingeniera, médico/médica, ministro/ministra, aunque hay excepciones como el/la piloto, el/la modelo.
- Los que acaban en –a son comunes: el/la terapeuta, el/la logopeda, el/la pedíatra. En algunos casos toma la terminación culta –isa: profeta/profetisa, poeta/poetisa, aunque también es válido poeta para mujer.
- Los que terminan en –e tienden a funcionar como comunes: el/la cicerone, el/la conserje, el/la orfebre. Algunos forman el femenino con las terminaciones –es, -isa o –ina: conde/condesa, sacerdote/sacerdotisa, héroe/heroína.
- Son también comunes los terminados en –ante o –ente: el/la agente, el/la dibujante, el/la estudiante.
- Funcionan también como comunes los pocos que terminan en –i o en –u: el/la maniquí, el/la gurú.
- Los que acaban en –or forman el femenino añadiendo –a: gobernador/gobernadora, aunque en algunos casos presentan la forma culta en –triz: emperador/emperatriz, actor/actriz.
- Los que acaban en consonante suelen ser comunes: el/la cónsul, el/la capataz, el/la juez, aunque a veces toman una –a: juez/jueza, aprendiz/aprendiza.
Independientemente de su terminación, funcionan como comunes los que designan grados en la escala militar: el/la teniente, el/la capitana, el/la teniente.
Como ven, la Academia adaptándose a las necesidades de la comunidad hablante.


Luque Maricarmen

Machismo y feminismo en la lengua

Por todos los ámbitos de la sociedad se paseó, y sigue paseándose, la cuestión del machismo y el feminismo, con protestas, cambios y reajustes para todos los gustos. Y la corriente llegó a la Academia de la Lengua.
Fue en el año 1999 cuando el Instituto de la Mujer, en España, levantó su voz presentado un estudio en defensa de la mujer y su entorno, en lo que al idioma se refiere.
Y el estudio, elaborado por expertas en lingüística y docencia, mostró cómo, en efecto, el Diccionario de la Real Academia Española en sus definiciones tomaba como base, en muchos casos, una perspectiva masculina, considerando al hombre como elemento central. Ciertamente, la sociedad va cambiando y la mujer hoy está presente en todos los estamentos sociales desempeñando las más variadas funciones, por lo que la Academia hubo de ajustar el género gramatical en profesiones, cargos, títulos y otras actividades de las que la mujer ya forma parte.
En líneas generales, la formación del femenino sigue las normas siguientes:

- En las palabras cuyo masculino termina en –o cambian esa o en –a: ingeniero/ingeniera, médico/médica, ministro/ministra, aunque hay excepciones como el/la piloto, el/la modelo.
- Los que acaban en –a son comunes: el/la terapeuta, el/la logopeda, el/la pedíatra. En algunos casos toma la terminación culta –isa: profeta/profetisa, poeta/poetisa, aunque también es válido poeta para mujer.
- Los que terminan en –e tienden a funcionar como comunes: el/la cicerone, el/la conserje, el/la orfebre. Algunos forman el femenino con las terminaciones –es, -isa o –ina: conde/condesa, sacerdote/sacerdotisa, héroe/heroína.
- Son también comunes los terminados en –ante o –ente: el/la agente, el/la dibujante, el/la estudiante.
- Funcionan también como comunes los pocos que terminan en –i o en –u: el/la maniquí, el/la gurú.
- Los que acaban en –or forman el femenino añadiendo –a: gobernador/gobernadora, aunque en algunos casos presentan la forma culta en –triz: emperador/emperatriz, actor/actriz.
- Los que acaban en consonante suelen ser comunes: el/la cónsul, el/la capataz, el/la juez, aunque a veces toman una –a: juez/jueza, aprendiz/aprendiza.
Independientemente de su terminación, funcionan como comunes los que designan grados en la escala militar: el/la teniente, el/la capitana, el/la teniente.
Como ven, la Academia adaptándose a las necesidades de la comunidad hablante.


Luque Maricarmen

Entre monitores, prescripciones y prohibiciones

Monitor es una palabra española de viejo arraigo. La recibimos del latín, con el significado de “persona que guía el aprendizaje deportivo, cultural, etcetera”…
En la antigua Roma, el monitor era el subalterno que acompañaba en el foro al orador romano, para recordarle y presentarle los documentos y objetos que debía utilizar para su discurso. Curiosamente, recibía el mismo nombre el esclavo que acompañaba a su señor en las calles para recordarle los nombres de las personas a quienes iba encontrando. (Todos, alguna vez, hemos echado en falta un monitor).
A partir del significado que en inglés tomó el sustantivo monitor, “dispositivo o pantalla de control”, se formaron en español los verbos monitorizar y monitorear, con el sentido de observar o hacer el seguimiento de parámetros fisiológicos o de otra naturaleza, mediante un monitor. Ambos verbos son de empleo correcto, aunque a este lado del Atlántico se use más monitorear y en España sea más usual, monitorizar.
Los sustantivos correspondientes a los dos verbos son monitorización y monitoreo, respectivamente.
Dos verbos muy parecidos en su forma, pero que no deben confundirse, son prescribir y proscribir.
Prescribir es preceptuar, ordenar o determinar algo; el médico ordena o prescribe las medicinas al enfermo; pero también, cuando una acción pierde su efecto, o un derecho o responsabilidad se extinguen por el transcurso del tiempo, se dice que prescribieron, prescriben o han prescrito.
La prescripción es el sustantivo correspondiente a este verbo: Por prescripción médica, el enfermo debe guardar reposo.
Nada tiene que ver con todo lo anterior el verbo proscribir, cuyo significado es “prohibir una costumbre o el uso de algo”: El uso de capa larga y sombrero, como atuendo masculino, fue proscrito en España en el siglo XVIII, lo que dio lugar a un motín popular de funestas consecuencias.
También es proscribir “declarar a alguien fuera de la ley, condenándolo normalmente al exilio”: El fundamentalismo islámico ha proscrito a importantes escritores árabes.

Luque Maricarmen

Frecuentes dudas: Haber, a ver; desecho, deshecho; aperturar

Con frecuencia, se plantean dudas en la escritura de las palabras desecho y deshecho. Basta conocer lo que es cada una de ellas para saber escribirlas correctamente.
El desecho es el sustantivo correspondiente al verbo desechar, cuyo significado es excluir, menospreciar, desestimar. El desecho es lo que se menosprecia, se desestima, se excluye; es aquello que queda después de haber escogido lo mejor y más útil de algo. Son desechos los residuos, la basura; lo más vil y despreciable.
Se desecha la ropa vieja, automóviles que ya no tienen arreglo, muebles desvencijados, lo que ya no sirve: todo eso son desechos.
Pero nada tiene que ver este desecho con deshecho. Deshecho es el participio del verbo deshacer, un verbo que se conjuga como hacer y significa descomponer o romper. Por lo que algo está deshecho cuando está roto o descompuesto. Pero a veces, lo que está deshecho puede rehacerse, recomponerse o arreglarse; precisamente para evitar que se convierta en un desecho.
Una falta que se comete con indeseable frecuencia en la escritura es la de confundir el haber, infinitivo, con las dos palabras: a ver. Son homófonas, es decir, suenan igual, pero su significado es diferente. Haber es el infinitivo del mismo verbo que nombra, en tanto que a ver es una expresión formada por la preposición a y el infinitivo del verbo ver. En los siguientes ejemplos se percibe la diferencia: No imaginaba que iba a haber problemas de tráfico porque en esa autopista suele haber poca circulación. A ver si llegas pronto para ir a ver a tus abuelos. Vamos a ver.
Y finalmente aviso de que debe evitarse el uso de aperturar, ese verbo, formado a partir del sustantivo apertura, que no existe en español. Se puede hacer la apertura de una cuenta bancaria, pero no aperturarla. La cuenta bancaria se abre, y la acción de abrirla es la apertura.
Estoy segura de que después del repaso a estos temas no volverá a haber quien caiga en los errores señalados; a ver si es verdad.

Luque Maricarmen

Frecuentes dudas: Haber, a ver; desecho, deshecho; aperturar

Con frecuencia, se plantean dudas en la escritura de las palabras desecho y deshecho. Basta conocer lo que es cada una de ellas para saber escribirlas correctamente.
El desecho es el sustantivo correspondiente al verbo desechar, cuyo significado es excluir, menospreciar, desestimar. El desecho es lo que se menosprecia, se desestima, se excluye; es aquello que queda después de haber escogido lo mejor y más útil de algo. Son desechos los residuos, la basura; lo más vil y despreciable.
Se desecha la ropa vieja, automóviles que ya no tienen arreglo, muebles desvencijados, lo que ya no sirve: todo eso son desechos.
Pero nada tiene que ver este desecho con deshecho. Deshecho es el participio del verbo deshacer, un verbo que se conjuga como hacer y significa descomponer o romper. Por lo que algo está deshecho cuando está roto o descompuesto. Pero a veces, lo que está deshecho puede rehacerse, recomponerse o arreglarse; precisamente para evitar que se convierta en un desecho.
Una falta que se comete con indeseable frecuencia en la escritura es la de confundir el haber, infinitivo, con las dos palabras: a ver. Son homófonas, es decir, suenan igual, pero su significado es diferente. Haber es el infinitivo del mismo verbo que nombra, en tanto que a ver es una expresión formada por la preposición a y el infinitivo del verbo ver. En los siguientes ejemplos se percibe la diferencia: No imaginaba que iba a haber problemas de tráfico porque en esa autopista suele haber poca circulación. A ver si llegas pronto para ir a ver a tus abuelos. Vamos a ver.
Y finalmente aviso de que debe evitarse el uso de aperturar, ese verbo, formado a partir del sustantivo apertura, que no existe en español. Se puede hacer la apertura de una cuenta bancaria, pero no aperturarla. La cuenta bancaria se abre, y la acción de abrirla es la apertura.
Estoy segura de que después del repaso a estos temas no volverá a haber quien caiga en los errores señalados; a ver si es verdad.

Luque Maricarmen

domingo, 5 de julio de 2009

Diez años de su fallecimiento: Sabines nos sigue enredando con su poesía

En estos días se cumplirá el décimo aniversario de la desaparición del gran poeta mexicano Jaime Sabines. Diez años después sigue conmoviéndonos con lo mejor de sí mismo, su inspiración, su sentir, su poesía.
Hace diez años perdimos al hombre, pero quedó el poeta. El poeta de la vida y de la muerte, de la esperanza y la desesperanza; el poeta del amor.
Es un poeta profundo y sensual:

Tu cuerpo está a mi lado/ fácil, dulce, callado.
Tu cabeza en mi pecho se arrepiente/ con los ojos cerrados.
Y yo te miro y fumo/ y acaricio tu pelo enamorado (...)
Miro mi cuerpo, el muslo en que descansa tu cansancio,
tu blando seno oculto y apretado/ y el bajo y suave respirar de tu vientre/sin mis labios.
Te digo a media voz/ cosas que invento a cada rato,/ y me pongo de veras triste y solo/ y te beso como si fueras tu retrato.

Tú, sin hablar me miras/ y te aprietas a mí y haces tu llanto.
Sin lágrimas, sin ojos, sin espanto.
Y yo vuelvo a fumar mientras las cosas/ se ponen a escuchar lo que no hablamos.
La poesía de Sabines es un diálogo consigo mismo sobre la vida y la muerte:
Morir es retirarse, hacerse a un lado,/ ocultarse un momento, estarse quieto,
Pasar el aire de una orilla a nado/ y estar en todas partes en secreto.

Morir es olvidar, ser olvidado, refugiarse desnudo en el discreto/
calor de Dios, y en su cerrado/ puño, crecer igual que un feto.
Morir es encenderse bocabajo/ hacia el humo y el hueso y la caliza,
y hacerse tierra y tierra con trabajo.
Apagarse es morir, lento y aprisa/ tomar la eternidad como a destajo
y repartir el alma en la ceniza.

Y así llora el poeta a su padre muerto:
Padre mío, señor mío, hermano mío,/ amigo de mi alma, tierno y fuerte,
Saca tu cuerpo viejo, viejo mío,/ saca tu cuerpo de la muerte.
Saca tu corazón igual que un río,/ tu frente limpia en que aprendí a quererte,
tu brazo como un árbol en el frío,/ saca todo tu cuerpo de la muerte.
Jaime se desnuda en su poesía y muestra lo más hondo de su ser.

A los diez años de su muerte seguimos sintiendo cerca al poeta; nos dejó el alma enredada en sus versos.

Luque Maricarmen

Dudas razonables

Una duda que asalta con frecuencia al hispanohablante, más bien al “hispano escribiente, es el uso de los distintos: porque, porqué, por que y por qué. Y es que cada uno tiene un valor y empleo diferente. Veamos.
Porque se usa mayoritariamente como conjunción causal, para introducir la oración subordinada que expresa la causa de la principal: “No iré al viaje porque no tengo dinero”.
Por que, en dos palabras, puede ser:
—La combinación de la preposición por seguida del pronombre relativo que. Este pronombre podría cambiarse por otros relativos (el cual, los cuales): “La verdadera razón por que (por la que) no llegaste a tiempo fue tu impuntualidad”.
—La combinación de la preposición por exigida por un verbo, un sustantivo o un adjetivo, seguida de la conjunción que (preocuparse por, interés por, ansioso por): “No debía preocuparse por que le devolvieran ese dinero”. “Expresó su interés por que el dinero llegara a su destinatario”. “Están ansiosos por que su honradez quede patente”.
Caso aparte es el sustantivo porqué, que significa “causa o motivo”. Como cualquier sustantivo, se usa precedido de un determinante (artículo, posesivo, demostrativo) y admite el plural: porqués. “No entiendo el porqué de tu enojo”. “A menudo no entendemos los porqués de los hijos, y ellos tampoco comprenden nuestros porqués”.
Este porqué no debe confundirse con el por qué en dos palabras, combinación de la preposición por y el interrogativo qué. “¿Por qué no llegaste? No sé por qué no llegué”.
Lo de hoy, amigos, fue una clase de gramática pura y dura. Discúlpenme, pero es un tema recurrente en los correos que recibo.

Luque Maricarmen

La historia del Día del Amor

Dentro de pocos días celebraremos la festividad de San Valentín, conocida ya mundialmente como el “día de los enamorados”. Por si todavía queda alguien que no conoce la historia donde tiene su origen tal festividad, se la cuento.
Corría el siglo III, concretamente el año 270, cuando el emperador romano Claudio II, conocido como “el Gótico”, prohibió a sus soldados contraer matrimonio, considerando que eran más aptos para la guerra solteros que casados.
Valentín, un sacerdote cristiano, de la ciudad de Roma, enterado de la prohibición y considerando que esta atentaba contra los derechos de los jóvenes enamorados, invitó a todas las parejas de novios que quisieran casarse para, en secreto, unirlos en matrimonio. Y así lo hizo.
Pero sucedió que el hecho llegó a oídos del emperador, quien, enojado por la desobediencia del sacerdote, ordenó que fuese detenido, azotado y decapitado, lo cual tuvo lugar, precisamente el día 14 de febrero.
Doscientos años después de su muerte, Valentín fue elevado a los altares, instituyéndose ese mismo día, 14 de febrero, la festividad de San Valentín, que se dedicó, como era de esperar, a todos los enamorados, ya que fue la defensa del amor lo que le condujo al martirio.
Un suceso luctuoso convertido en una celebración jubilosa por mor de un súbdito díscolo pero romántico.
Y ya que salió, aprovecho para aclarar que la locución preposicional, “por mor de...” es una figura de dicción que significa “por amor de”, nunca más oportuna que en el remate de esta pequeña colaboración dedicada a una fecha erótica.
Amigos, felicidades a todos los que la celebren.

Luque Maricarmen

El uso del plural

En nuestra lengua, como en todas las lenguas románicas, hay muchas palabras latinas que pasaron al idioma en su versión original, por lo que pueden plantear dudas en algún aspecto gramatical, como es la formación del plural.
Sobre la formación del plural de los latinismos, tradicionalmente se recomendó mantener la palabra invariable en los terminados en consonante, pero muchos de ellos se acomodaron ya, en el uso mayoritario, a las reglas de formación del plural que rigen para el resto de las palabras; por lo que, como norma general, los latinismos hacen el plural en –s, en –es o quedan invariables según sus características formales.
Déficit, en plural déficits, es un latinismo tomado del francés. El sentido general de la palabra es ‘insuficiencia o escasez’. Sin embargo, a finales del siglo XVIII, comenzó a usarse en el ámbito económico con el sentido de ‘diferencia negativa entre ingresos y gastos’; por ej. “Muchos países están afrontando la crisis con enormes déficits públicos”.
La palabra plus (del latín plus, más) que significa ‘gratificación o sobresueldo que se da en circunstancias extraordinarias’, hace el plural en pluses. Lapsus (del latín lapsus, resbalón), la ‘falta o equivocación que se comete por descuido, en plural es invariable, lapsus.
El hábitat, ‘lugar de condiciones apropiadas para que vivan organismos, comunidades o animales’, en plural es hábitats. Vademécum (del latín, vade, ven, mecum, conmigo) en plural, vademécums, es el ‘libro (o libros) pequeño, de fácil manejo para la consulta inmediata de informaciones fundamentales’.
Sin embargo, la palabra álbum (en latín, blanco) ‘libro en blanco cuyas hojas se llenan de escritos breves, poemas, frases, fotografías, piezas musicales, etc.’, en plural es álbumes. Y currículum vitae (en latín, carrera de la vida) que es ‘la relación de títulos, honores, trabajos, datos biográficos, etc., que califican a una persona’, cuyo plural latino, currícula vitae, se conserva en inglés, en español hace el plural como el singular, unque se aconseja sustituir la palabra latina por la traducción española, currículo, en singular, currículos, en plural

Luque Maricarmen


Frutas y hortalizas en el castellano

De los distintos nombres que en nuestra lengua, extendida a lo largo de veintiún países, se puede dar a las cosas que comemos, dan fe una serie de frutas y hortalizas que hoy he seleccionado al azar. Y toda esa variedad de nombres es español. Español o castellano; tanto da.
El vocablo papa, nombre de ese tubérculo, regalo de la naturaleza para alimento del hombre, y que tantas formas de preparación admite, llegó del quechua en 1540, y como papa se conoció hasta el siglo XVII en que, al cruzarse con la palabra batata, otro tubérculo, dulce, de origen antillano (camote en México) dio el nombre de patata.
Pero tuvo que transcurrir otro siglo para que este nombre se identificara con el de papa. Y es a partir del siglo XVIII cuando ambos nombres, papa o patata vienen usándose indistintamente; papa, de uso más frecuente en América, y patata, en España.
Sin embargo, me consta que el nombre de papa es de uso exclusivo en algunas zonas de la geografía española.
El nombre de calabaza procede de la antigua calapaccia, nombre coincidente en tres romances hispánicos de origen prerromano. La palabra “calabaza” aparece en el español del siglo X, y así se ha conocido a lo largo del tiempo; aunque en el siglo XVIII surge el nombre de calabacín para llamar a una pequeña calabaza cilíndrica, de corteza verde y carne blanca.
Chícharo, del mozárabe cicaro, es el nombre que se dio en el siglo XVIII, en algunas zonas de América, al antiguo bisalto procedente del pisum sapidum latino. El bisalto (nombre que permanece en la región de Aragón, en España) evolucionó a bisaut y de ahí pasó a guisante (s. XVIII) nombre con que se conoce en toda España.
Sin embargo, no es extraño encontrarlo en algún lugar con el nombre de arveja, antigua palabra aparecida en siglo XIII, para referirse a la misma planta. Cuatro nombres diferentes aplicados a una misma realidad.
Esa es la riqueza de un idioma hablado en tantos lugares a lo largo y ancho del planeta.

Luque Maricarmen

Murió Harold Pinter: El privilegio de vivir con un genio

Hoy comienzo con una noticia luctuosa; no es mi costumbre, pero, teniendo en cuenta que alude a un personaje ligado al mundo de las letras, que es lo nuestro, le dedicamos este espacio y nuestro recuerdo.
El día de Nochebuena, a los 78 años, moría víctima de un cáncer, el Nobel de Literatura del año 2005, Harold Pinter.
El escritor, hijo de un sastre de origen judío, había nacido en un barrio obrero de la ciudad de Londres. Desde muy joven dio muestras de rebeldía, pues a los 13 años rechazó la religión y a los 18 se negó a cumplir el servicio militar. Por entonces ya había escrito sus primeros poemas y conocido el mundo del teatro como actor en compañías modestas.
Escribió su primera obra dramática, La habitación a los 26 años; fue el comienzo de una obra literaria cuyos frutos fueron 29 piezas teatrales, además de trabajos para televisión, radio, cine e incursiones en poesía y novela.
Defendía Pinter la tarea del escritor como explorador de la realidad a través del arte. Sostenía que “la verdad en el arte dramático es siempre esquiva. Uno nunca la encuentra del todo, pero su búsqueda llega a ser compulsiva. Es la búsqueda lo que motiva el empeño (....) En el arte dramático no hay una verdad única; hay muchas. Y cada una de ellas se enfrenta a la otra, se alejan, se reflejan entre sí, se ignoran, se burlan...”
En el teatro de Harold Pinter la realidad cotidiana se percibe como un tenso caos en aparente equilibrio. Es un teatro perturbador, desasosegante, virulento a veces, que se hermana con el de Ionesco, Beckett y Kafka.
Su época más prolífica fue la de la década de los sesenta, en la que cimentó su prestigio como gran figura del teatro británico, con obras como El amante, Retorno al hogar, Paisaje y Silencio.
En los años setenta se entrega a la dirección teatral, y ya entonces hace pública su posición política de izquierdas, con actuaciones comprometidas y coherentes.
A pesar de no haber podido recoger el Nobel a causa de su enfermedad, fue capaz, meses más tarde, en 2006, de subirse a un escenario para interpretar, en silla de ruedas, La última cinta, de Beckett, en el Royal Court Theatre.
La que fue su esposa durante los últimos treinta y tres años, Antonia Fraser, declaró a los medios que Pinter “era genial” y que vivir a su lado fue “un privilegio”.
Bonito y sentido epitafio para alguien que se ausenta.

Luque Maricarmen


Un idioma que da mucho de sí: Gabacho y mayonesa

No es extraño encontrar una misma palabra con distintos significados, según el lugar donde se emplee, dentro de la extensa área hispanohablante. Y es que cuatrocientos cincuenta millones de personas hablando el mismo idioma, dan mucho de sí.
Se oye a veces, en México, el vocablo gabacho para referirse al originario de los Estados Unidos de América. En El Salvador, recibe ese nombre la bata que usan los que trabajan en clínicas o laboratorios.
Sin embargo, el origen de la palabra está en la lengua de oc, hablada en la Provenza, al sur de Francia, donde el término gabach significa “que habla mal”.
Durante siglos, en España se ha venido usando la palabra gabacho para referirse a los habitantes de unos pueblos situados en las faldas de los Pirineos que, según parece, pasaban a España a trabajar en servicios bajos y humildes, por lo que la palabra tomó un matiz despectivo.
Hoy, en el lenguaje coloquial, conserva ese matiz para nombrar lo que es francés, y se llama también gabacho el lenguaje español cargado de galicismos.
Durante mucho tiempo se pensó que esa “salsa espesa que se hace batiendo aceite crudo y huevo” debía llamarse mahonesa, ya que se creía originaria de la ciudad de Mahón, capital de la isla balear, Menorca, donde, en el siglo XVIII, durante el asedio a la ciudad, la conoció el cardenal Richelieu, quien la puso de moda en la corte de Luis XV de Francia.
Pero investigaciones posteriores mostraron que la salsa mayonesa ya era conocida en Francia un siglo antes, cuando un poeta francés publicó un poema titulado Sauce Mayonnaise, dando la receta de la célebre salsa.
A pesar de ello, tanto mahonesa como mayonesa son nombres aceptados por la Real Academia para nombrar la salsa que da lustre a tantos platos, y aunque el uso general prefiere mayonesa, ambas formas son correctas.
A todos mis amigos lectores les envío mi sincero deseo de paz y felicidad en estas fiestas y un próspero año 2009.


Luque Maricarmen

jueves, 2 de julio de 2009

Crash o crack: Mi conflicto con la bolsa

Tengo un conflicto con el tema de la Bolsa. Ya, ya sé que los problemas con la Bolsa hoy no constituyen algo individual. Pero mi conflicto no es de carácter económico sino lingüístico.
Antes de exponerlo quiero ponerles en antecedentes: yo no soy experta en lengua inglesa, como muy bien sabrán muchos de los que me escuchan en la radio. Sin embargo, me sorprende leer en distintos medios de comunicación la palabra crack para referirse a lo que hoy está sucediendo en el mundo financiero: la quiebra o desplome económico.
Según mi información, este vocablo significa en inglés “chasquido”, “grieta” o “hendidura”, algo de sentido parecido a lo que se aplica, pero no exacto.
La palabra que los anglohablantes han utilizado, y utilizan desde aquel desastre económico del año 1929, es crash, que en su segunda acepción significa “quiebra”, “caída súbita de los valores financieros” o “desplome económico”.
Si lo que se trata de expresar es el resquebrajamiento del sistema financiero, bien está crack; pero si lo que está sucediendo es un desplome o hundimiento del sistema, el término adecuado será crash. Aunque a los hispanohablantes nos suene más drástico crack y nos resulte más fácil de pronunciar, por su semejanza con la palabra “crac”, que es la representación onomatopéyica del sonido de algo que se quiebra. Este crac, y no el (crack) inglés, sería el que, en su caso, podría tomar el sentido de la quiebra financiera.
No dudo que acabará triunfando el término que los hablantes elijan, pero no olvidemos que para decirlo en español tenemos las tres formas oportunas antes indicadas: quiebra, desplome económico o caída súbita de los valores financieros. No vaya a suceder como con otros términos ingleses, totalmente innecesarios, que ya caminan abiertamente por nuestra lengua, como camping, ranking, marketing, etcétera, a la espera de su adaptación gráfica para ser españolizados, con lo que terminaremos por olvidar nuestros campamento, (lugar donde se acampa) campismo (actividad de acampar); tabla clasificatoria o escalafón, mercadotecnia, y muchos más.

Luque Maricarmen

El Cervantes al escritor catalán Juan Marsé

Hoy les paso la noticia, tal vez conocida ya por algunos, de la concesión de uno de los galardones más importantes de las letras españolas. No de España sino escritas en español, se entiende: el Cervantes. Prueba de ello es la lista de escritores que se alzaron con ese mismo premio a lo largo de lo que va de siglo: Alvaro Mutis, en 2001, colombiano; Gonzalo Rojas, en 2003, chileno; Sergio Pitol, en 2005, mexicano; Juan Gelman, en 2007, argentino. Este año recayó en el español, Juan Marsé, un catalán que defiende su derecho a “escribir en la lengua que me dé la gana”. Y escribiendo en esa lengua, ha merecido el Cervantes 2008, convirtiéndose en un referente para los que aman el español.
Lo cierto es que ya lo era, pues su nombre sonaba desde hace tiempo entre los mejores en su oficio.
Hombre sencillo y sin ambición de laureles, confiesa que recibe agradecido el premio, aunque no escribe para conseguirlos sino para gozar escribiendo.
Según el jurado, la concesión se hizo “en reconocimiento a su decidida vocación por la escritura, a su defensa de la lengua castellana y a su capacidad para reflejar la España de la posguerra.
Las novelas de Marsé retratan de forma magistral a los personajes de la calle, personajes que conoció en el barrio barcelonés donde creció y que su memoria recrea. Ultimas tardes con Teresa, de 1965, es el título de su primera novela premiada, un relato fresco y real donde regala al lector una historia que no ha perdido frescura a pesar de los años transcurridos. Como La oscura historia de la prima Montse, de 1970, donde en clave de humor sarcástico analiza a una familia burguesa.
Para publicar Si te dicen que caí, en1973, tuvo que salir de España, y fue en México donde la publicó y recibió el premio Juan Rulfo.
Con La muchacha de las bragas de oro gana el premio Planeta, en 1978, y continúa recorriendo los caminos de la memoria en Un día volveré, de 1982.
Empieza el siglo con dos premios nacionales, el de la Crítica y el de Literatura, por su obra Rabos de lagartija, donde retorna a la posguerra a través de recuerdos vividos o soñados.
Larga es la bibliografía de Juan Marsé y prolija su enumeración, pero basta concluir situando al autor en la lista de los mejores narradores de la segunda mitad del siglo XX. Su narrativa realista está, sin embargo, cargada de poesía, poesía que envuelve las historias que él cuenta como nadie.

Luque Maricarmen

Términos con significado parecido

¿Enfrenar o frenar? Aunque son dos verbos que coinciden en el significado de “moderar o parar con el freno el movimiento de una máquina o de un carro”, conviene precisar que:
Enfrenar es un vocablo estrechamente relacionado con el lenguaje hípico; procede del verbo latino infrenare y tiene varios significados: poner el freno al caballo; enseñarle a que obedezca; contenerlo y sujetarlo; hacerle llevar la cabeza derecha y bien puesta. Preferentemente en México se usa enfrenar con el valor de frenar.
También se frena a alguien impulsivo cuando se moderan sus ímpetus: El árbitro tuvo que frenar los ímpetus de aquel jugador agresivo.
Enfrenar es equivalente a refrenar: sujetar y reducir al caballo con el freno. Y algo se refrena cuando se contiene o reprime su fuerza o su violencia: Aquellas compuertas refrenaron la violencia de las aguas.
Otros verbos semejantes en su forma son enfrentar y afrontar. Y los dos coinciden en el significado de “poner frente a frente” o “hacer frente a alguien o algo, especialmente un problema o un peligro”. Alguien enfrenta o afronta una situación complicada o se enfrenta a ella.
Pero no debe confundirse afrontar con afrentar; pues a pesar de ser tan parecidos en la forma, afrentar significa “ofender o humillar”. Y la afrenta es la ofensa o humillación.
Hasta aquí ha parecido un juego de palabras, pero en realidad es la aclaración de dudas planteadas por los lectores, quienes, por cierto, me preguntan si tan correcto es antidiluviano como antediluviano. No lo es. Todo lo “anterior al diluvio universal”, que es una manera hiperbólica de decir “antiquísimo”, es antediluviano, no antidiluviano, ya que el prefijo –ante significa “anterior”, mientras que –anti significa “contrario”: anteanoche, anteayer, antidemocrático, antihigiénico, etcétera.
Ya que salió el adjetivo hiperbólico quiero aclarar que se aplica a lo que es excesivo o exagerado. Pues la hipérbole es una figura que consiste en aumentar o disminuir excesivamente aquello de que se habla. En el caso que nos ocupa, es claro que algo antiquísimo no tiene por qué ser anterior al diluvio universal, pero es una manera de enfatizar su antigüedad.

Luque Maricarmen

No estamos apanicados, pero sí aterrados

Amigos lectores, veamos juntos algunas palabras de empleo frecuente y otras de uso ocasional.
La palabra recién es apócope del adverbio reciente, cuyo significado es “que acaba de hacerse o de ocurrir”. En su uso más general, significa “poco tiempo antes, hace muy poco” y va antepuesto a un participio para indicar que la acción expresada por este se acaba de producir: “Desayuné café recién hecho”. “Su casa está recién construida”.
Sin embargo, en el español de América, no en el de España, recién se antepone a verbos en forma personal: “Mi hermana recién tuvo un bebé”.
Nunca debe emplearse recién entre el verbo auxiliar y el participio: “Había recién llegado de la escuela”.
Recién puede anteponerse a algunos adjetivos verbales: “Mi habitación está recién limpia”; sin embargo, nunca debe usarse como adjetivo antepuesto a un sustantivo: “En el mismo avión viajaba el recién ganador del torneo de golf”; (debería decir: “el nuevo ganador”).
El adjetivo reciente admite dos superlativos: recentísimo, el más culto, que conserva la raíz latina, y recientísmo, menos culto, pero válido y de uso más frecuente. Como sucede con los adjetivos nuevo y fuerte, cuyos superlativos novísimo y fortísimo proceden de la raíz latina y representan la forma culta, aunque también son válidos nuevísimo y fuertísimo
En estos días de convulsiones bursátiles, inversores, financieros y amplios sectores de nuestra sociedad, y de otras muchas, están asustados, inquietos, alarmados, sorprendidos, desorientados... y como el pánico cunde, nuestros periodistas consideran que también están “apanicados”, un adjetivo que no existe en nuestra lengua, pero que se ajusta bien a la situación. Apanicados, que no abanicados, aunque no hubiera venido mal un abanico para aliviar tanto sofoco.
Si existiera el verbo “apanicar”, que no existe, también existiría su participio “apanicado”; pero del sustantivo pánico no hay derivados. Sustituyámoslo por otros muchos: asustado, aterrado, horrorizado, espantado, etcétera, que expresan la misma idea y además son correctos.

Luque Maricarmen

Ante lo injusto: No hay “reclamo”, sino reclamación

Con motivo de la descalificación, aparentemente injusta, de un atleta en las Olimpiadas, un cronista deportivo nos pasó la noticia del enérgico reclamo presentado por la delegación de su país ante los jueces olímpicos.
Justa es la reivindicación, y bien está exigir lo que por derecho pertenece. Pero eso no es un “reclamo” sino una reclamación.
El reclamo es la voz o grito con que se llama a alguien. O el ave amaestrada que se lleva a la caza para que con su canto atraiga a otras de su especie, o el instrumento que imita su voz y se utiliza con el mismo fin.
En general, el reclamo es una señal para captar la atención.
Pero la oposición o contradicción que se hace a algo como injusto dando muestras de no consentirlo, se llama reclamación.

Luque Maricarmen


Conservarla o eliminarla: La polémica h

Otras veces he traído a esta página la Historia de las Letras, ese libro fascinante que sobre las letras de nuestro alfabeto escribieron “al alimón”, es decir, conjuntamente, los autores Salvador y Lodares. Pero nunca les conté nada sobre la H; porque, en verdad, es una letra que no cae simpática. A nadie le hechiza la hache.
La hache no tiene hoy valor fonético, sin embargo conserva su valor ortográfico. La propia Academia reconoce que “la h, que en otro tiempo fue aspirada, carece hoy de valor fonológico y no es más que un signo ortográfico ocioso, mantenido por una tradición respetable”.
Pero la h tiene su historia: procede de la het, octava letra del alfabeto fenicio que sonaba como una jota suavemente aspirada. Los griegos la adoptaron manteniendo la aspiración, y así llegó a latín.
Hace dos mil años, los romanos no se ponían de acuerdo sobre si se debía pronunciar, insinuar o eliminar; y se suscitó tal polémica ante su conservación o eliminación, que un autor latino escribe que “se combatía por ella como se haría por la posesión de un reino”.
Hacia el siglo II la hache ya había perdido su sonido aspirado, por lo que todas las lenguas neolatinas o románicas, como la nuestra, que proceden del latín, no recibieron la h aspirada porque en latín no se aspiraba, pero sí la letra h porque estaba en la ortografía latina.
En las escrituras más antiguas en español puede no aparecer h en palabras que hoy la llevan; pero desde mediados del siglo XIII, con Alfonso X el Sabio, se recuperaron todas las haches por fidelidad a la ortografía latina, y pasando los siglos, quedó como norma académica dejar la h en todas las palabras que en latín la llevaban.
En el siglo XIX vuelve a surgir la polémica sobre la utilidad o inutilidad del uso de la letra, y a ambos lados del Atlántico se toman distintas posiciones.
En el momento actual el debate sigue abierto. Defensores y detractores esgrimen sus argumentos a favor o en contra del uso de la letra. Los hay de todos los gustos. Hasta humorísticos.
Decía Jardiel Poncela, autor español del siglo XX, que las cosas importantes de este mundo se escriben con h, y sin ella las nimiedades: Ayer y mañana no importan, lo importante es hoy; los principales alimentos se escriben con h: harina, huevo, hortaliza; la sal de la vida es el humor; el hombre, el rey de la creación.

Luque Maricarmen

Es un error de la lengua: No hay prácticas monopólicas

No hace mucho, en un programa de radio, oía hablar sobre las prácticas monopólicas. Y como el “palabro” surgió repetidas veces, tengo que aclarar que lo de monopólicas es un lapsus linguae, es decir, un error de la lengua. El adjetivo correspondiente al sustantivo monopolio es monopolístico, no monopólico. Y las prácticas que conducen a ello son prácticas monopolísticas. Y la persona o entidad que ejerce el monopolio es monopolista. Políticas monopolísticas, Estado monopolista.
De la misma raíz e idéntico significado es el verbo monopolizar, atribuirse el aprovechamiento exclusivo de algo; del cual se derivan monopolización, que es la acción de monopolizar, y monopolizador, el adjetivo aplicable a quien lo hace. Monopolización del petróleo o monopolizadores del poder.
Como ven, variaciones múltiples sobre la misma raíz y del mismo campo semántico. Entre los homónimos atajo y hatajo, hay que puntualizar que atajo es el camino más corto que el principal para llegar a un sitio. Este otro hatajo puede referirse a un “pequeño grupo de ganado”: “Le regalaron medio hatajo de borregos para el rancho” o, en sentido despectivo, a un “grupo de personas o cosas”: “Son un hatajo de egoístas y poltrones”. Para este último sentido, es admisible la variante atajo, aunque poco usual.
Alerta es una palabra en la que conviene detenerse. Procede de la interjección italiana all’erta, con la que se instaba a los soldados a ponerse en guardia ante un ataque. Como voz de aviso y alarma se usa también en español: “¡Alerta! El enemigo acecha”.
Como sustantivo, con los significados de aviso o llamada de atención para prevenirse de un posible daño, o situación de vigilancia; alerta puede usarse en los dos géneros, aunque predomina el uso en femenino: “Muchas voces se han levantado dando la alerta para evitar el despilfarro de energía”. Alerta también se usa como adjetivo, sin variación para masculino y femenino: “El hombre permanecía escondido, con la respiración contenida y los ojos alerta”. Y como complemento verbal, con verbos como estar, vivir, mantener, continuar, permanecer; también es invariable: “Todos se mantenían alerta ante el peligro inminente”.
Sin embargo, es válido utilizar el adjetivo alerta con variación de número: “Todos debemos estar alertas frente a las disputas de poder”.

Luque Maricarmen

Pulsera, esclava, collar, arete…Adornos personales

Dedicamos estas líneas hoy, por indicación de una lectora, a precisar el significado de las palabras que designan adornos personales, esos accesorios que siempre utilizaron, y seguimos utilizando para engalanarnos, mujeres y hombres, hombres y mujeres (tanto monta, monta tanto...). Distingamos entre pulsera, brazalete y esclava.
El nombre de pulsera se debe a lo que antiguamente se empleaba para sujetar en el pulso de un enfermo algún medicamento que le confortaba. Como objeto de adorno, hoy es una joya que suele ser de algún metal fino, con piedras, perlas, etcétera, y que se lleva en la muñeca. La esclava es un tipo de pulsera sin adornos, en forma de aro y que no se abre.
El brazalete es el aro de metal o de otra materia, con piedras preciosas o sin ellas, que rodea el brazo por más arriba de la muñeca.
Entre collar y gargantilla apenas hay diferencia. Ambos son adornos que ciñen o rodean el cuello, aunque la gargantilla es más corta que el collar.
Las palabras arete y pendiente se empleaban antes para nombrar el adorno que usaban algunas mujeres atravesando el lóbulo de cada una de las orejas. Hoy se ha generalizado el uso en hombres y mujeres y, como saben, no sólo atraviesan el lóbulo de la oreja, sino otros lugares del cuerpo.
En cuanto al nombre, arete se refiere más bien al que es un arillo, mientras que el pendiente suele tener algo colgante. Sin embargo, en el lenguaje habitual, las dos palabras son de uso indistinto.
Anillo y sortija son sinónimos. Sirven para nombrar el aro que se lleva por adorno en los dedos de la mano.
La argolla es el nombre que se le da en América al anillo de matrimonio, aunque también puede llamarse alianza. Aunque he de confesar que a mí me gusta más el nombre de alianza que de argolla, pues prefiero llevar en el dedo, como símbolo matrimonial, algo que simbolice el pacto o unión de dos personas hacia un mismo fin, significado de alianza, que lo que debidamente ajustado sirve para amarrar, o lo que sujeta a alguien a la voluntad de otro, ambos, sentidos originales de la palabra argolla.
Pero el hablante es quien elige el término.

Luque Maricarmen

Le Clézio: autor de la sensualidad extasiada

Ya tenemos en todos los medios de comunicación la noticia, la figura, los comentarios y opiniones para todos los gustos del nuevo Nobel de Literatura, correspondiente a este año 2008, al francés Jean-Marie Le Clézio.
Nacido en 1940, hijo de inglés de origen bretón y de madre bretona, presenta todos los rasgos de un nómada desarraigado, que defiende como su primer compromiso la lengua y la cultura francesa y la belleza de la creación.
Aunque nació en Niza, confiesa como su patria íntima isla Mauricio, donde la familia paterna emigró en el siglo XVIII.
Su nomadismo geográfico, Londres, Bristol, Tailandia, México y Estados Unidos se refleja en sus libros que relatan historias sobre México, Nuevo México, Africa y Oriente. Historias escritas en francés, pero donde se escuchan las voces de otras culturas, de civilizaciones distantes.
Le Clézio es un ciudadano del mundo. Escribe sobre Nigeria o el Sahara. Es un estudioso de las culturas mesoamericanas, vive largo tiempo entre las tribus indígenas de Panamá y México. Profesor en las universidades de México, Londres, Perpiñán, Bangkok, Boston, Austin, y actualmente Alburquerque.
A pesar de haber causado sorpresa en gran parte del mundo la concesión del Nobel de Literatura de este año, hace ya tiempo, Octavio Paz, cuando recibió el suyo, en 1990, confiaba en que algún día se lo concedieran a Le Clézio, al que consideraba como el mejor prosista de la lengua francesa de la segunda mitad del siglo XX.
Y es que Jean-Marie Le Clézio es conocido en México desde su llegada a la capital, en 1967. Larga es la lista de libros y diferentes textos escritos por él sobre México, el mundo prehispánico, sobre los indios huicholes, los campesinos de Michoacán, sobre el Yucatán del siglo XIX y las jornadas sangrientas del año 1968 en la capital mexicana.
La Academia Sueca premia en Le Clézio a un autor universal y nómada, escritor de la ruptura y de la sensualidad extasiada; investigador de todo lo humano, autor coherente, de un estilo accesible, que acepta la creación sin hacer filosofía; narrador excelente, autor de más de cuarenta novelas donde pone su inteligencia literaria al servicio de la lengua y la expresión.

Luque Maricarmen

Aducir y abducir: Acciones contrarias

Hoy les traigo dos palabras de uso no muy frecuente, pero que aparecen en los medios de comunicación, e incluso podemos encontrarlas en un historial clínico. Son muy semejantes en su forma, por lo que es fácil confundirlas, pero difieren notablemente en sus significados. Se trata de aducir y abducir. Ambos son verbos irregulares y se conjugan como conducir.
Aducir significa ‘presentar o alegar prueba o razones’: “Debió aducir su testimonio para salvar el prestigio de su compañero”.
El sustantivo correspondiente es aducción, que es la acción de aducir pruebas o razones. Pero la aducción también puede significar ‘el movimiento de acercamiento de un miembro u otro órgano al plano que divide el cuerpo en dos partes simétricas’: “En este punto se produce la flexión y aducción de los brazos”.
Y ese miembro u órgano capaz de ejecutar el movimiento de aducción sería el aductor: “Después de la jugada sentí un tirón en el aductor derecho”.
Otro sentido de aducción, aunque menos usado, es el de ‘transporte o conducción de agua’: “Construyeron un túnel de aducción para que llevara las aguas del río”.
Abducir es otro verbo distinto, aunque en algún sentido se acerca al anterior. Aplicado a extraterrestres, significa ‘secuestrar a alguien’: “Fue abducido por una nave extraterrestre”. En otro sentido significa ‘alejar un miembro u otro órgano del plano imaginario que divide el cuerpo en dos partes simétricas’: “No era capaz de rotar y abducir la cadera”.
El sustantivo correspondiente es abducción, ‘movimiento de alejamiento de un miembro u otro órgano del plano que divide el cuerpo en dos partes simétricas’: “la artrosis de cadera disminuye la amplitud de abducción de los muslos”. Y abductor es el miembro u órgano que realiza ese movimiento; en este caso, los muslos.
Como se ve, la aducción y la abducción son acciones contrarias: la primera supone un movimiento de acercamiento, mientras la segunda lo es de alejamiento.
Aunque no sean de uso habitual, bien está conocerlas en detalle, por si acaso.

Luque Maricarmen

La mímica del mimo

Les traigo hoy unas palabras de uso frecuente para que profundicemos en ellas, buscando su origen y rastreando en su historia.
Mimo es una palabra con dos acepciones distintas, según su procedencia. Si su origen es expresivo significa cariño, halago o demostración de ternura. Viene del sonido de la propia palabra, esa –m prolongada que acompaña tantas veces a la caricia misma.
El otro sentido de mimo corresponde a su origen griego, mimos. De ahí pasó al latín mimus, y del latín al español con el significado de: “actor que se vale exclusiva o preferentemente de gestos y de movimientos corporales para actuar ante el público”.
Entre griegos y romanos el mimo era un farsante del género cómico más bajo, un bufón hábil en gesticular y en imitar a otras personas en escena o fuera de ella. Y también llamaban mimo a la representación teatral festiva y generalmente obscena.
De mimo surgió la mímica, “expresión de sentimientos o acciones por medio de gestos o ademanes”: lenguaje mímico.
Participa del mismo origen y significación la palabra pantomima, “representación mediante posturas y gestos sin que intervengan las palabras”. Aunque en el lenguaje coloquial, alguien hace la pantomima cuando finge algo que no siente; por ejemplo:”Hacía la pantomima de que sufría, pero nadie se lo creía”.
En la Roma imperial eran frecuentes las pantomimas trágicas y cómicas, pero en el siglo VI fueron prohibidas por su carácter grosero.
Sin embargo, siglos después, entre el XVI y el XVIII, la pantomima resucitó alcanzando gran auge en Francia, Italia e Inglaterra, donde siempre aparecían elementos mímicos en las comedias.
Durante el siglo XIX, la pantomima se convierte en un espectáculo dotado de gran escenografía y riqueza de vestuario, basado en fantasías, con danzas y acrobacias. En el siglo XX, la pantomima, más sencilla y de temas cotidianos, adquiere enorme importancia gracias al cine mudo.
Si hurgan en su filmoteca, seguro que encontrarán películas del actor Charles Chaplin que hizo de la pantomima su gran creación. Disfrútenlas, porque merece la pena.

Luque Maricamen

El dedo en la llaga

Hoy voy a poner el dedo en la llaga. O más bien, haciendo “honor a la palabra” voy a saltarme lo que ha dado en denominarse “corrección política”, para llamar al pan, pan y al vino, vino.
No sé por qué extraña razón están desapareciendo palabras de nuestro idioma, algunas con tradición de siglos, como la que nos ocupa, por no llamar blanco a lo que es blanco y negro a lo que es negro.
Como mi preocupación, cuando escribo, no es otra que el buen uso de la lengua, pongo hoy sobre el tapete la palabra moro, definida desde siglos como: “natural de Africa septentrional frontera a España. / 2. Perteneciente o relativo a esta parte de Africa. / 3. Que profesa la religión islámica. // 4. Se dice del musulmán que habitó en España desde el siglo VIII al XV. // 5. Perteneciente o relativo a la España musulmana de aquel tiempo. // 6. Se dice del musulmán de Mindanao y de otras islas de Malasia.
En ninguna acepción figura la abreviatura “despect.”, (despectivo).
Les paso toda esta información semántica para fundamentar mi extrañeza ante la tendencia reciente a no utilizar la palabra moro por el “supuesto” sentido peyorativo que encierra el término. Por más que lo busco, no lo encuentro.
Leo con perplejidad que en un lugar de España, el año pasado, el concejal de un ayuntamiento fue condenado a pagar una multa de 400 euros por llamar moro a un moro.
Me preocupa pensar que haya que ponerse a la ingente tarea de expurgar toda la literatura española anterior al siglo XX para limpiarla del término ofensivo, moro, sustituyéndolo por “musulmán”, un término compuesto de francés y persa, que entró en el español a través de la literatura romántica francesa para designar al que hasta entonces se llamaba moro, o por magrebí (natural del Magreb, o perteneciente a esta parte del noroeste de Africa que comprende Marruecos, Argelia y Túnez).
Y a las fiestas celebradas durante siglos en algunos lugares de España, y alguno de México, conocidas como de “Moros y Cristianos”, habrá que cambiarles el nombre.
Amigos, las palabras no tienen intención. La intencionalidad la pone el hablante cuando las instrumentaliza convirtiendo en arma ofensiva lo que fue creado como vehículo de comunicación y entendimiento.


Luque Maricamen

Historia de la zeta

Vuelvo hoy al tema de la historia de las letras; y lo hago, como siempre, de la mano de los lingüistas Salvador y Lodares.
Hoy nos ocupa la letra zeta o zeda, una letra que, en los lugares donde se pronuncia, representa un sonido parecido al vuelo zumbón de los insectos, y cuya figura describe la trayectoria cambiante de ese vuelo.
El significado de algunas palabras reclama la presencia de la zeta; por ejemplo, zigzag, “la línea que en su desarrollo forma ángulos alternativos entrantes y salientes”. Expresa movimiento de vaivén no sólo en español, sino en inglés, italiano, francés y ruso. En alemán es zickzack, y ziguezague, en portugués.
Otras palabras nuestras, zalear, “arrastrar o menear con facilidad algo a un lado y a otro” y la moderna, zapear, “cambiar reiteradamente de canal de televisión”, muestran en su significado la influencia de la zeta.
La zeta pasó al latín a través de los griegos, pero en el s. II a.C., el romano Apio Claudio, más conocido como constructor de la famosa Vía Apia que como censor de la lengua, decidió borrarla del alfabeto latino, por lo que desapareció durante un tiempo.
Después volvió a incorporarse, pero su uso se limitó a la transcripción de palabras griegas.,/P>
Entre los siglos XVI y XVIII surgió la polémica de si debía suprimirse esa letra sustituyéndola por la existente ç. La cuestión desencadenó distintas corrientes a favor y en contra, pero en 1726, la Real Academia, en una de sus primeras iniciativas ortográficas, decidió que la –z permaneciese para representar el sonido, que hoy tiene.
Conviene señalar que las palabras que ingresan en español con la sílaba inicial –ze o –zi, pueden alternar la –z y la –c, como zinc o cinc, zirconita o circonita, zíngaro o cíngaro, zénit o cenit, etc.
En resumen, la Z, que se incorporó al alfabeto latino con la misión exclusiva de representar un sonido griego, que estuvo proscrita durante años y que ocupa el último lugar de nuestro abecedario, con un aire exótico y poco familiar, quedó instalada en el español y en todas las lenguas románicas.
Amigos lectores de Siempre: “El honor de la palabra” tiene hoy el inmenso honor de cumplir cuatrocientas semanas, encontrándose, casi sin interrupción, con sus fieles lectores. Desde esta página, a todos los que me han seguido a lo largo de años, agradezco su fidelidad incondicional y su constante apoyo, y a cada uno le envío un saludo cariñoso con el deseo de que nos sigamos encontrando en las próximas cuatrocientas semanas, pero, eso sí, en óptimas condiciones de salud y felicidad.


Luque Maricarmen

A vueltas con los parónimos

Entre parónimos, es decir, palabras que guardan entre sí alguna relación de semejanza, es fácil dudar, por lo que conviene tener claro sus significados.
Estadía y estadio, a pesar de su parecido, nada tienen que ver semánticamente. Estadía significa “detención o estancia”; por lo que el tiempo que un enfermo pasó en un hospital es la estadía; como también lo es el que permaneciste en un hotel o en un país, es decir, la estancia.
El tiempo que permanece el modelo ante el pintor o escultor también se llama estadía. Y en el comercio marítimo, la estadía se refiere a los días que transcurren después del plazo estipulado para la carga o descarga de un buque mercante, por los cuales se ha de pagar una indemnización.
Pero todos estos sentidos se apartan de los del vocablo estadio. Estadio, derivado del latín stadium (aunque decir “stádium” sea una ultracorrección) es el “recinto en que se celebran competencias o competiciones deportivas”: «Un público de todas las edades llenaba el estadio». Es inadmisible el uso de estádium, que no es palabra latina ni española.
Estadio también significa “etapa o fase de un proceso”: «¿En qué estadio de la enfermedad se encuentra el paciente?». Y aunque en textos médicos se suele encontrar la palabra estadío, esta acentuación es errónea. Estadío no existe en español.
Hipnotismo e hipnosis son dos términos relacionados semánticamente, pero no idénticos. Tienen una relación de causa y efecto. Por eso no deben confundirse. Distingamos.
La hipnosis es el “estado de sueño artificial producido por un método llamado hipnotismo”.
Luego el hipnotismo es el método que provoca la hipnosis, en la que el hipnotizado obedece al hipnotizador.
Al hipnotizador y no al hipnotista, como a veces se dice erróneamente.
En fin, son dudas que hacen vacilar al hablante en el uso del idioma.

Luque Maricarmen

Los vaivenes del lenguaje

Un error que se comete con relativa frecuencia, y que merece ser señalado, es el uso indistinto de los verbos ampliar y amplificar, en determinados contextos.
Cierto que ambos son sinónimos, y en el sentido amplio significan “extender o dilatar”. Algo se amplifica cuando se amplía, se extiende o se dilata; pero para referirse concretamente a la “reproducción de fotografías, planos o textos en tamaño mayor del original” es más propio y culto decir ampliar que amplificar. Y lo que resulta no es una amplificación sino una ampliación.
Como dato complementario, el verbo ampliar se acentúa igual que “enviar”.
En cuanto a los adjetivos dactilar y digital, cuyo significado es “relativo o perteneciente a los dedos”, pueden usarse indistintamente cuando califican a los sustantivos “huella o impresión”. Y tan correcto es huellas dactilares o digitales, como impresión dactilar o digital.
Sin embargo, en el sentido de dígito, el adjetivo adecuado es digital; por eso se aplica a los instrumentos de medida expresada con números dígitos: reloj digital.
Algo menos árido es la explicación a las consultas que recibo sobre por qué se compara a la persona voluble con el camaleón, y a quién se conoce como “ratón de biblioteca”.
Considerando la capacidad del camaleón de cambiar de color según las condiciones ambientales, suena lógico que a quien cambia de opinión o de conducta por interés, es decir, al que es voluble, se le compare con este reptil.
Durante siglos se llamó “ratón de biblioteca” al erudito que asiduamente escudriñaba cultura en los libros, entre el polvo de las bibliotecas. Con las modernas tecnologías, ¿esta especie no correrá riesgo de extinción y desaparecerá el apelativo?
En fin, la marcha de la lengua va adaptándose a los tiempos y son éstos los que determinan los vaivenes de las palabras.

Luque Maricarmen