viernes, 11 de abril de 2014

Cambios en el alfabeto y en las reglas de escritura

Drásticos cambios en el alfabeto y en las reglas de escritura contiene la nueva edición de Ortografía elaborada por la Real Academia Española (RAE), que se publicará a fines de este año.

Entre las modificaciones más llamativas está la eliminación de algunas letras del alfabeto. Éstas son la "ch" y "ll", que fueron suprimidas formalmente de la tabla del alfabeto, por lo que las letras del abecedario ahora pasan a ser 27.

También la RAE decidió cambiarle el nombre a algunas letras. De este modo, la "i griega" se llamará "ye". Con esto, la "i latina" pasará a denominarse simplemente "i".

En tanto, la "b" se llamará sólo "be" y la "v" sólo "uve" –y no "be alta", "be larga", "ve baja" ni "ve corta"–. En el caso de la "w", se nominará sólo "doble uve".

Respecto de la tilde, dejará de usarse en la palabra "solo" incluso en casos de posible ambigüedad, como "voy solo al cine", aunque no se condenará si alguien quiere utilizarla.

Tampoco llevarán tilde "guión", "huí" y "truhán", debido a que se considera que son palabras "monosílabas a efectos ortográficos", cualquiera sea la forma de pronunciarlas.

Asimismo, se eliminará la tilde entre números, por ejemplo "4 ó 5". La explicación es que esta regla se basaba en que antes todo el mundo escribía a mano. Sin embargo, ahora se toma en cuenta que tanto la máquina de escribir como el computador han eliminado "el peligro de confundir la letra ‘o‘ con la cifra cero, que es de tamaño mayor".

"Cuórum" y "Catar"

La RAE decidió además en algunas palabras cambiar la "q" por la letra "c" o "k", dependiendo del caso. Así, "Iraq" será "Irak", "Qatar" se escribirá "Catar", "quásar" será "cuásar", y "quórum" ahora será "cuórum".

Esto se debe a que en nuestro sistema de escritura la letra "q" sólo representa al fonema "k" en la combinación "qu" antes de la "e" o la "i", por lo que escribirla en estas otras palabras "representa una incongruencia con las reglas".

Quienes prefieran escribir estas palabras de la forma anterior, deberán hacerlo como si fueran extranjerismos, es decir en cursiva y sin tilde.

Finalmente, el prefijo "ex" se escribirá unido a la base léxica, en caso de que afecte a una sola palabra. Por ejemplo: "exmarido", "exministro" y "exdirector", pero continuará escribiéndose separado cuando se trate de palabras compuestas, como "ex director general"


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Plural de gente

1. En el español general, este sustantivo femenino se emplea como nombre colectivo no contable y significa ‘personas’: «La gente acudía a su bar» (Obligado Salsa [Arg. 2002]); «En torno a nosotros había un grupo de gente joven que reía y voceaba» (Salisachs Gangrena [Esp. 1975]). Como otros nombres colectivos, admite un plural expresivo, usado casi exclusivamente en la lengua literaria: «Fue ella quien me introdujo en las cosas, en las comidas, en las gentes de aquí» (Benedetti Primavera [Ur. 1982]). La divergencia entre su referente (plural) y su número gramatical (singular) puede dar lugar a errores de concordancia ( concordancia, 4.7).

2. En el español de ciertas zonas de América, especialmente en México y varios países centroamericanos, se usa también con el sentido de ‘persona o individuo’, es decir, como sustantivo contable y no colectivo: «Luis era una gente muy caballerosa» (Prensa [Nic.] 3.2.97); con este sentido, su uso en plural es obligado cuando se desea aludir a más de una persona: «Alrededor de la tina, en la que podían caber cinco gentes, había muchas plantas» (Mastretta Vida [Méx. 1990]). En España solo es normal el uso de gente con referente singular en la expresión buena (o mala) gente, que también se documenta en el español americano: «Yo soy muy buena gente» (Gala Invitados [Esp. 2002]); «Tato, por su parte, no era mala gente» (ÁlvzGil Naufragios [Cuba 2002]).

3. En el español coloquial de muchos países de América se emplea también, como adjetivo o como sustantivo, con el sentido de ‘[persona] honesta, amable y servicial’ y ‘[persona] distinguida o de buena posición’: «Sería conveniente que llamara al doctor Pereyda [...]; él es muy gente y seguramente no le cobrará» (Olivera Enfermera [Méx. 1991]); «Ese es para mí menos que nada, aunque estos caballeros hablen de él como si fuera gente» (Piglia Respiración [Arg. 1980]).


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jueves, 10 de abril de 2014

27 signos que contienen el mundo.

La Fundación Lara publica la nueva 'Geografía fantástica del alfabeto español' de la RAE en el marco de los actos del tricentenario de la Academia. 

 

No solemos pararnos a pensar en ello, porque la costumbre y lo extraordinario no parecen en principio los mejores socios, y sin embargo, "visto desde cierta perspectiva", el acto de escribir, esa prodigiosa invención humana que sostenida en el aire puede llegar a contener mundos enteros, "parecería más propio de lo mágico". Con estas palabras abre el escritor y académico José María Merino (sillón m minúscula) su nota de introducción a la última publicación de la Real Academia Española (RAE), Al pie de la letra. Geografía fantástica del alfabeto español, presentada ayer en Madrid en la sede de la institución.

El volumen, editado en colaboración con la Fundación José Manuel Lara y con ilustraciones de Óscar Astromujoff, contiene 67 textos de académicos vivos o ya fallecidos, pues el libro, coordinado en esta tercera edición por Merino, añade nuevas aportaciones, más de una docena, a las que recogieron las anteriores de 2001 y 2007, las cuales, a diferencia de ésta, fueron no venales, tuvieron una circulación casi exclusivamente interna y no llegaron a las librerías. Sí lo hará ahora, en el marco de las actividades de su tricentenario, algo que celebró el secretario de la RAE, Darío Villanueva, tras recordar que esta conmemoración es especial porque ni el primer centenario de la Academia por excelencia, a causa de la invasión napoleónica, ni el segundo, por la inminencia de la Primera Guerra Mundial, pudieron celebrarse.

En su texto, Villanueva (sillón D mayúscula) aceptó el "juego", según explicó en conversación telefónica, y como homenaje a su antecesor en la plaza y en el cargo de secretario, Alonso Zamora Vicente, que para la primera edición escribió un texto titulado También hay letras fantasmales, decidió entregar un lipograma, una forma de composición griega que consiste en omitir alguna o varias letras del alfabeto. "Y ese fue mi homenaje a la D, convertirla en la gran ausente", explicó el filólogo, que "sin triunfalismos" se declara satisfecho con el desarrollo del programa conmemorativo de la RAE, que "ha pervivido 300
años porque cumple una función social, y de lo contrario tal cosa habría sido imposible".

En este aspecto incidió José María Merino, inquieto, no obstante, porque percibe que "no existe una conciencia social ni política del español en nuestro propio país", de la "importancia capital de un patrimonio que es de todos", como consecuencia de la "absurda
rivalidad con nuestras otras lenguas autóctonas". Este tipo de interpretaciones "perversas" de lo que es una lengua, "algo para unir, no para separar", es hoy, para el novelista, el principal "peligro" que debe combatir la Academia en España, no así en América, en su opinión.


Para tal tarea la RAE cuenta al menos con buena parte de lo mejor que ha dado la filología o la literatura española de las últimas décadas: Mario Vargas Llosa (sillón L mayúscula), Luis Goytisolo (C mayúscula), Víctor García de la Concha (c minúscula), Emilio Lledó (l minúscula), Pere Gimferrer (O mayúscula), Francisco Rico (p minúscula), Juan Gil (e minúscula), Ana María Matute (K mayúscula), Antonio Muñoz Molina (u minúscula)... Todos ellos, y muchos más, escriben sobre cuanto les sugieren las letras que azarosamente les fueron asignadas, para alabar -y recordar, si fuera preciso- en esta Geografía fantástica del alfabeto español, un volumen en el que conviven el ensayo y la disquisición erudita, la
semblanza autobiográfica y la libre asociación de conceptos, el relato de creación y hasta una colección de poemas, la "incalculable potencia germinal" de los 27 signos del español.




 Fuente: El Diario de Cadiz jueves 0 de abril de 2014
Leer más:  27 signos que contienen el mundo  http://www.diariodecadiz.es/article/ocio/1745336/signos/contienen/mundo.html#sSf3JGQF0wuhUs7M


viernes, 14 de febrero de 2014

Acrósticos, siglas y acrónimos

Vamos por partes.
El acróstico es una composición poética hecha por versos cuyas letras iniciales, medias o finales forman una palabra o una frase. A veces se plantea el acróstico como un pasatiempo que consiste en encontrar esas palabras o frases. La sigla, como se sabe, es el conjunto de letras iniciales con que se abrevia una expresión compleja, así SEP, UNAM, ONU, etcétera son siglas conocidas por todos. Un acrónimo es un tipo de sigla que se pronuncia como una palabra, por ejemplo OVNI que es la sigla correspondiente a objeto volante no identificado. Pero un OVNI ya no es solo una sigla es un acrónimo que tiene su propia identidad. El OVNI es un objeto considerado de procedencia extraterrestre. UFOLOGIA se llama la investigación que se basa en esa creencia, es palabra tomada del inglés ufology. Y son también acrónimos los vocablos que se forman por la unión de las letras o sílabas iniciales y finales de palabras, por ejemplo FERRONALES, acrónimo de Ferrocarriles Nacionales o BANXICO, acrónimo de Banco de México.
Pero lo que demuestra el ingenio creador del hombre y su afán por comunicarse es la formación de palabras nuevas a partir de siglas y acrónimos. Así por ejemplo de SIDA, acrónimo de Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida cuyo significado es enfermedad viral consistente en la ausencia de respuesta inmunitaria se han formado sidafobia, el miedo morboso al SIDA y sidoso que es el afectado de SIDA.
Ya decía el poeta Pedro Salinas en 1948 “vivimos en el siglo de las siglas”, y hoy sesenta añor después ya en otro siglo, se cumple lo que otro poeta auguró de ellas “las siglas, ese gris ejército esquelético, avanza implacable”. Lástima con ellas se va perdiendo el placer de saborear las palabras, de descubrir y disfrutar de sus distintos matices. Les traigo a este respecto un poema de Salinas. En sus versos exalta el valor de las palabras, su origen y el camino recorrido hasta llegar a nosotros, escuchen:

De dónde, de dónde acuden huestes calladas
A ofrecerme sus poderes, santas palabras.
Como el arco de los cielos, luces dispara
Quién llegarme hasta los ojos, mil años tardan
Así bajan por los tiempos las milenarias.
Cuantos millones de bocas tienen pasadas
En sus hermanados sones, tenues alas
Vienen del ayer hasta el hoy, va hacia el mañana.
De qué lejos misteriosos su vuelo arranca
Norte y sures y orientes, luces romanas
Misteriosas selvas góticas, cálida Arabia.
Desde sus tumbas sinnúmera sombras calladas,
Padres míos, madres mías, a mí las mandan.
Cada día más hermosas por más usadas,
Se ennegrecen, se desdoran oros y plata,
Hijo, rosa, mar, estrella nunca se gastan.
Bocas humildes de hombres por su labranza
Temblor de labios monjiles en la plegaria,
Todos, un son detrás de otro, la vuelven clara
Y entre todos me la hicieron, habla por habla

Soñando, sueña que sueña, canta que canta.

Maricarmen Luque

Los Refranes

No me canso de comprobar la sabiduría popular que encierran los refranes, sabiduría no aprendida en libro alguno sino extraída de la vida misma. Decía en Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha a su incondicional escudero “paréceme Sancho que no hay refrán que no sea verdadero porque todos son sentencias sacadas de la mesma experiencia madre de las ciencias todas”
Y es una lástima que no recurramos a ellos con más frecuencia en nuestro lenguaje diario, porque la verdad es que los hay una para cada una de las situaciones que vivimos. Sensato es el refrán propio de las tierras frías “calor de paño, jamás hizo daño”, supone una alabanza a la prenda de abrigo confecciona en paño tela de lana muy tupida que, aunque no fina, está indicada contra las mordeduras del frío.
Cuentan del poeta español Campoamor que allá por los años de su ancianidad a finales del siglo XIX tomó por costumbre usar, casi constantemente, un grueso paletó. El paletó que no el paleto que es la persona rústica y sacia, pues como les digo el paletó que el poeta no se quitaba de encima era un gabán de paño, grueso, largo y entallado. Y cómo alguien le preguntase porque se arropaba de tal manera, el socarrón asturiano contestó “porque quiero comprobar cuánto dura un poeta bien abrigado”. Y fíjense que no empleo mal método porque sin conocer los antibióticos el poeta llegó a cumplir 85 años de vida.
Otro refrán: “donde las dan, las toman” expresa que al que hace daño u ofende le acaban pagando con la misma moneda. En decir que el ofensor no tardará en ser ofendido. Y viene como anillo al dedo, o sea oportunamente, a la anécdota que les comento: todos sabemos que Bretaña es una región francesa y los naturales de ese lugar se llaman bretones. Pues cuentan que el escritor español apellidado Bretón de los Herreros, secretario que fue de la Real Academia de la Lengua allá por el siglo XIX, tenía un vecino bromista médico de profesión de apellido Mata. Un día el doctor Mata en plan de burla colgó un cartel en la puerta del escritor con la inscripción “en esta habitación no vive ningún bretón” y fíjense como donde las dan las toman al día siguiente en la puerta del galeno colgaba otro cartel que decía: “vive en esta vecindad cierto médico poeta, que al fin de cada receta pone Mata y es verdad”. Es un ejemplo práctico del refrán que les comento.

Bueno antes de irme quiero responder a una pregunta formulada por un radioescucha. ¿Cuándo a consecuencia de un golpe o por otra razón sale en la piel una mancha amoratada negruzca o amarillenta cómo se llama: moratón o moretón? De cualquiera de las dos formas, el moratón, moretón o cardenal, responden a la misma definición.

Maricarmen Luque

Sobre el estornudo

Sobre el estornudo hay mucho escrito. El origen de la palabra está en el verbo latino sternutāre tomado literalmente del sonido que causa el que estornuda como si exprimiera las tres primeras consonantes del vocablo latino str. La verdadera raíz del verbo estornudar como la de todas las palabras que pertenecen al lenguaje de la naturaleza es la armonía imitativa, esa grande y maravillosa etimología de la creación. Los antiguos daban al estornudo distintos agüeros: era señal fatal si se estornudaba hacia la izquierda y augurio favorable si se hacía hacia la derecha, presagio de felicidad para el que estornudaba al nacer. Señal de buen agüero si se estornudaba por la tarde, malo si se hacía por la mañana y peor si se producía al salir de la cama.
En la antigüedad se llamó al estornudo “pequeña muerte” pues se creía que al estornudar el alma se separaba del cuerpo. Pero, de dónde vienen las expresiones que se dirigen hacia el que estornuda: en tiempo de Aristóteles el estornudo era tenido como algo divino razón por la que al estornudaba se le decía “Vive! que Zeus te salve”. Los romanos decían “Salve!”, nadie era indiferente a un estornudo y si no había quién saludara al estornudador el mismo lo hacía.
Cómo el estornudo era muchas veces aviso de resfriado y parece que en la peste que sacudió Roma en el siglo VI los infectados morían estornudando se impuso la costumbre entre los cristianos de responder a un estornudo ajeno con las expresiones de “Dios te bendiga”, “Jesús” o “Salud” con el fin de espantar la enfermedad.
Avicena, un médico árabe del siglo X, explicaba la costumbre del saludo al considerar el estornudo como señal de un desorden físico, por lo que era bueno desearle salud y pedir a Alá que lo librara del mal. Los alemanes ante el estornudo también dicen “salud”, los italianos “felicidad”. En la cultura anglosajona se dice “un estornudo un deseo, dos estornudos un beso, tres estornudos algo mucho mejor”.
El escritor y ensayista francés del siglo XVI Montaigne escribe sobre el estornudo éstas palabras: “¿Me preguntáis de dónde proviene esa costumbre de bendecir a los que estornudan? Nosotros producimos tres clases de viento: el que sale por abajo es demasiado puerco, el que exhala nuestra boca lleva algún reproche de glotonería, el tercero es el estornudo y porque viene de la cabeza y no es acreedor de censura le dedicamos honroso recibimiento, no os burléis de esta sutileza de la cuál Aristóteles es el padre.
Curiosa y larga historia la del estornudo. De las diferentes interpretaciones que se le ha dado a través del tiempo y las distintas expresiones que lo acompañan.

Maricarmen Luque

sábado, 29 de diciembre de 2012

Magias y problemas del íncipit

La palabra “íncipit”, que viene del latín y significa “empieza” o “comienza”, es el nombre que se le da al primer párrafo de cualquier texto, ya sea una novela, un ensayo, un poema, un cuento, una encíclica papal o un artículo periodístico. El mejor ejemplo es el íncipit más best seller de todos, el de la Biblia, que sencilla y grandiosamente nos introduce en medio de la acción y del escenario y nos presenta de una vez al Protagonista:
“En el principio creó Dios los Cielos y la Tierra”.
Otro ejemplar íncipit, aunque de tono más sencillo, es el del Quijote, con el que don Miguel de Cervantes, dizque dando un simple dato topográfico, nos intriga mediante la lateral alusión a un penoso asunto que por nada en el mundo querría recordar:
“En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor.”
Si hubiera que traer un ejemplo más reciente y cercano, cuál mejor que el del íncipit de tan alta tensión narrativa de Pedro Páramo, que ya propone una obsesión y una búsqueda:
“Vine a Comala porque me dijeron que aquí vivía mi padre, un tal Pedro Páramo”.
Cualquier comienzo de un texto es un íncipit, pero no todos los íncipits enganchan al lector o quedan en la memoria. Si hay los que te animan a continuar leyendo un libro, también existen los que te causan sopor o soponcio, y los que son irrecordables a los cinco minutos de haberlos leído. Algunos buenos lectores e incluso algunos críticos muy serios han dicho que las primeras líneas de un libro alientan o desalientan a su lectura. Por eso hay escritores que “se matan” ante la cuartilla en blanco, devanándose los sesos para hallar el ¡ábrete, sésamo!, el íncipit que desencadene la imaginación, o el razonamiento, o la catarata de endecasílabos, y que, en fin, eche a andar la maquinaria verbal. No faltan los doctos o los irresponsables que recomiendan empezar por donde sea, o a media res, puesto que “para trazar un círculo se puede comenzar por cualquier parte”. Argumento circular si los hay, y solución no siempre acertada, pues no todos los comienzos tienen la garra, the it, el abracadabra, le charme del íncipit que apenas ha brotado en la página lo sentimos llegado para quedarse. Por lo contrario, aun siendo yo un proustiano devoto, no creo que se podría animar a nadie a leer el libro enorme y exquisito de don Marcel citando la línea tan banal, tan insípidamente cotidiana, y tan sin gracia, que lo inicia:
“Por largo tiempo me he acostado temprano”.
En contraparte, hay íncipits como el de La metamorfosis, de Kafka, que te fascinan y te arrastran hacia el inquietante curso del relato:
“Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto”.
Tómese en cuenta que así como hay el íncipit que propicia y engendra el libro, en cambio existe el íncipit que de entrada ha comenzado a destruirlo.
La verdad es que no se conoce una fórmula, una receta, un método para el íncipit. Intuimos que hay una clase de íncipit que en estos tiempos ya es obsoleto y aberrante, y que sólo se atrevería a usarlo un escritor con vocación suicida como tal. Umberto Eco ha dicho que ya nadie osaría comenzar un cuento de modo tan lindo, cándido y desastroso como:
“Era un alegre día de primavera, el sol lucía y los pájaros cantaban.”
Aunque, ¿quién sabe?, quizá un íncipit así tenga razón de ser si se le escribiera en sentido irónico, o paródico, o cómico, o en una demostración de la cursilería de cierto autor de bigote de manubrio y con espíritu de pianola con vista al mar.
El íncipit es un animal misterioso, escurridizo, de difícil clasificación y de ardua reducción a fórmula, a regla de manual de redacción. No hay instructivo de “how to make it”. Se sabe, por ejemplo, que ciertos atendibles autores recomiendan empezar el escrito con una oración larga y circunvolutiva (como la del íncipit del Quijote), de modo que envuelva y cautive al lector del relato, y otros autores igualmente atendibles aconsejan el íncipit de oración breve (como el del libro de Proust) para capturarnos en la red de largos periodos que se extiende por los siete gruesos tomos de A la recherche du temps perdu.
Y…
No es posible concluir este desconcertado artículo sin mencionar “El dinosaurio”, el célebre relato de Augusto Monterroso que ejerce la maravilla de ser a la vez un mero íncipit y el cuento completo:
“Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.”

Los inmortales del momento 

José de la Colina

 Artículo aparecido en el periódico Milenio, Edición Nacional, el 16/09/2012 en la sección de Cultura.