miércoles, 29 de abril de 2009

Historia de la letra O

Ya he traído a este espacio algunas letras de nuestro alfabeto para contarles su historia. Hoy, de la mano de los lingüistas Salvador y Lodares, les presento la letra O.

Se cuenta que el pintor italiano, Giotto, fue capaz de trazar un círculo perfecto de un solo golpe para demostrar al Papa Benedicto IX su habilidad con los pinceles. Gracias a esa ocurrencia, la letra O ingresó en el campo de las Bellas Artes por la puerta grande, pues desde entonces se habla de la “O de Giotto” para referirse a cualquier forma de pintura, escultura o arquitectura perfectamente redonda.

También es verdad que la forma de la O, ese círculo sencillo y exacto que dota a la letra de una simplicidad geométrica de la que carecen las otras, es lo que más ha llamado la atención a lo largo de la historia de la letra y le ha conferido especiales privilegios.

En el mundo de la mística y la religión, algunas corrientes eligieron la O como símbolo de la eternidad o de la armonía absoluta, al ser un signo sin principio ni fin.

La letra O representa un sonido admirativo (¡oh, oh, oh!) y en muchas lenguas indoeuropeas también se usó la O para expresar sorpresa, alegría y dolor, usos que todavía permanecen entre nosotros.

La O es la única letra del abecedario que antes de pronunciarse se dibuja, redondeando los labios.

En cuanto al aspecto ortográfico de la O aislada (conjunción disyuntiva), la de “esto o lo otro”, fue norma obligatoria hasta el año 1911 acentuarla siempre. Pero, a partir de ese año, la Gramática Académica consideró que al no llevar acento prosódico tampoco debía llevarlo escrito, y así quedó hasta hoy, sin acentuar. Salvo en el caso de que la O aparezca escrita entre números. Cuando así ocurre, debe acentuarse para evitar confundirla con un cero.

Tal sucedió con aquel comerciante que, deseando obsequiar a su esposa un changuito africano, encargó que le enviaran 3 ó 4 para poder escoger. Pero al escribir el encargo se le olvidó acentuar la o que separaba el 3 del 4; por lo que a los pocos días recibió en su casa el envío de 304 changos. ¡Vaya monería!

Luque Maricarmen

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