miércoles, 29 de abril de 2009

Las trampas de los vocablos

Una palabra relativamente reciente en nuestros diccionarios, y con la que podemos encontrarnos, sobre todo en revistas de decoración, es trampantojo, un vocablo formado por la aglutinación de los elementos que constituyen la frase: “trampa ante ojo”. Y ésa es la definición de este nuevo término: una trampa o ilusión con que se engaña a uno haciéndole ver lo que no es.

El trampantojo es un recurso que con frecuencia utilizan los arquitectos de interiores o los decoradores para conseguir efectos reales donde no existe tal realidad: una falsa ventana, una chimenea simulada etcétera.

Hábil recurso para conseguir resultados estéticos, siempre y cuando el ojo del posible cliente no se engañe a la hora de distinguir la realidad de la trampa. Y si no es capaz de hacerlo, es que el trampantojo es perfecto.

Agravante y atenuante son dos adjetivos que, como tales, aceptan el género masculino o femenino del sustantivo a que acompañan: un móvil agravante, una intención atenuante.

Pero, cuando estas palabras se sustantivan colocándoles un artículo delante, son femeninas, ya que se sobreentiende el sustantivo “circunstancia”. Por lo que se dice: “actuaron con la agravante de su falta de interés” o “les disculpa la atenuante de su falta de conocimiento”. No obstante, la Academia reconoce como buenos los dos géneros, masculino y femenino, por lo que puede decirse sin cometer error : la o el agravante, así como la o el atenuante.

Y en cuanto a la consulta sobre cuál es el nombre que se aplica a los que les gusta aprovechar la noche para hacer de todo menos dormir, éstos son noctámbulos, del latín noctis, noche y ambulare, andar: los que andan vagando durante la noche, o más poéticamente noctívagos, de la misma procedencia e igual significado. Estos dos términos vinieron a sustituir al más antiguo, pero todavía vigente, nocherniego: que anda de noche, formado con el sufijo “iego”, como andariego y mujeriego.

Luque Maricarmen

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