martes, 31 de marzo de 2009

Palabrillas que se nos escapan

Hoy vamos a detenernos, amigos, en algunas palabrillas que involuntariamente se nos escapan, y cuya forma correcta conviene fijar.
Cuando queremos referirnos a la pasta, a veces polvo, que se usa para limpiar y mantener sanos los dientes, decimos dentífrico, palabra formada por los dos términos latinos, “dentis”, diente y “fricare”, frotar. Sin embargo, con demasiada frecuencia, se oye dentrífico, en lugar de la forma correcta.
Algo parecido sucede con la metereología, usada erróneamente en vez de meteorología, ciencia que se ocupa de la atmósfera y los meteoros, de donde deriva su nombre.
Con la palabra aeropuerto se comete, no pocas veces, el error de llamarlo aereopuerto, atendiendo a su posible formación a partir del vocablo latino “aereus”, aéreo. Sin embargo, casi todas las palabras que en español se relacionan con la aviación se forman con el prefijo “aero”, que es aire, en griego. Y así decimos aeronave, aeroclub, aerolínea, aeronáutica, aeromodelismo, etcétera.
Y es que hay que tener en cuenta que las dos fuentes más importantes del español son el latín y el griego; y del griego pasaron al latín la mayoría de los términos cultos que figuran en nuestra lengua.
Hablando del origen del español, es preciso recordar que cuando los romanos llegaron con su lengua, el latín, a la península ibérica, en el siglo III antes de Cristo, ya se hablaban allí numerosas lenguas indígenas que el latín asimiló, dando lugar al primer paso del proceso de formación de una nueva lengua.
Y esta lengua nueva, enriquecida con los arabismos que llegarían once siglos después, más otras muchas aportaciones posteriores a lo largo de mil años, es la lengua en la que tú y yo y 400 millones de personas más nos entendemos y nos seguiremos entendiendo.

Luque Maricarmen

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