jueves, 26 de marzo de 2009

Dorarle la píldora al corso

En nuestra lengua se usa la expresión “patente de corso”, en sentido figurado, para significar la autorización que alguien tiene para realizar actos que a los demás les están prohibidos. “Claro, —diría alguien con justificada indignación—, como es hijo de quien es, tiene patente de corso para saltarse la prohibición”.
Aunque corso es el natural de Córcega, en otro sentido, procedente del latín, el corso era “una campaña que hacían por mar los buques mercantes con patente de su gobierno, para perseguir a los piratas o a las embarcaciones enemigas”.
La cédula con que el gobierno de un Estado autorizaba a un individuo para hacer “el corso” contra los enemigos de la nación era la patente de corso, especie de salvoconducto que empezó a concederse en el siglo XV.
“Dormirse en los laureles” es otra expresión de nuestra lengua que en el ámbito familiar significa, “descuidarse o abandonarse uno en la actividad emprendida, confiando en los éxitos obtenidos”. Sucede que, antiguamente, las hojas de laurel eran empleadas para confeccionar guirnaldas con que se adornaban para festejar los éxitos de artistas y poetas, y con ellas eran también coronados atletas, militares y emperadores. Y como el laurel es un árbol de hoja perenne, simbolizaba la perpetuidad de la gloria.
Sin embargo, amigos, como en realidad no hay éxito perdurable, más vale no dormirse… en los laureles.
Seguramente alguna vez le han “dorado la píldora”, que en español significa suavizar con artificio y blandura una mala noticia o el mal efecto que ésta ha causado. Y es que la píldora es esa “bolita que se hace mezclando un medicamento con un excipiente para ser ingerido”.
Como antes era creencia general que para curarse había que sufrir, debían tragarse, a la brava, aquellas bolitas incomestibles, de un desagradable sabor y difíciles de tomar. Hasta que a alguien se le ocurrió la feliz idea de “dorar la píldora”, mejorando su sabor y haciéndola de fácil ingestión.
Y así sucede en la vida real, se acepta mejor la contrariedad si a uno le doran la píldora.

Luque Maricarmen

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