martes, 31 de marzo de 2009

Mala escritura

Hoy les traigo el comentario sobre un artículo periodístico que leí hace ya tiempo, aunque todavía se conserva vigente. Trata de la última moda literaria en Estados Unidos, yo diría que en muchos lugares más: la llamada bad writing o “mala escritura”.
El periódico The New York Times recogía este fenómeno de textos mal escritos, pero dotados de absoluta naturalidad. Lo nuevo, lo actual en la escritura, y en otros muchos órdenes, es impactar, aunque sea a costa de perder calidad, aunque el impacto venga de la mano de la mediocridad. Así como en el vestir se pone de moda el “feísmo”, es decir, la valoración estética de lo feo, y en el cine predomina lo sangriento, ahora se añade a la lista de extravagancias la “mala escritura”.
Lo degoutant, en francés, o el disgusting, en inglés, que es lo repugnante en español, se convierte en el último grado de la calidad contemporánea. Disfrutar de lo grosero, deleitarse con lo siniestro y admirar lo feo está de moda, pero responde a una pérdida de referencias y conduce a la desorientación. El sensacionalismo, el impacto social, a costa de lo que sea, ha desplazado a los cánones tradicionales. Parece que el escritor de hoy no debe esforzarse por crear algo perdurable, sino sensacional, efectista, que hipnotice a la sociedad.
La literatura bien o mal escrita no tiene que ver con el concepto de buena o mala literatura de hoy. Lo excelente y lo execrable son conceptos que hoy dependen de la marcha de las modas. Y eso es inquietante.
El ser humano necesita referencias válidas y estables y si las pierde, se desorienta y si se desorienta, camina hacia la nada. La superación del hombre consiste en encaminar sus esfuerzos, no sólo hacia lo bueno, sino hacia lo mejor.
¿Acaso el buen escritor no es el que emociona, el que conmueve, el que cautiva a través de la palabra escrita? Lo bello hace brotar lo mejor del ser humano. ¿No es hermoso poder escribir así sobre la muerte?
Morir es retirarse, hacerse a un lado,/ ocultarse un momento, estarse quieto,/ pasar el aire de una orilla a nado/ y estar en todas partes en secreto. Morir es olvidar, ser olvidado,/ refugiarse desnudo en el discreto calor de Dios, y en su cerrado puño/ crecer igual que un feto. Morir es encenderse boca abajo/ hacia el humo y el hueso y la caliza/ y hacerse tierra y tierra con trabajo.
Son de Jaime Sabines.

Luque Maricarmen

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