miércoles, 25 de marzo de 2009

A favor de nuestra lengua

Dice el periodista Alex Grijelmo, en su libro Defensa apasionada del idioma español, que en Zacatecas olvidarse de la letra “e” le costó novecientos pesos a un hostelero, el cual tuvo que pagarlos por haber escrito “restaurant” sobre la puerta de su restaurante.
Afirma que toda la ciudad luce los carteles de sus establecimientos en correcto español, sin boutiques, snacks, grill ni Emiliano’s bar. Y que al dueño de una tienda que lucía el letrero de “discos y casettes” le obligaron a escribir “discos y cintas”.
Cuenta que la Junta de Protección y Conservación de Monumentos y Zonas típicas del estado de Zacatecas, entre una larga lista de prohibiciones lingüísticas, prohíbe anunciarse usando palabras en idiomas extranjeros, y que los zacatecanos muestran un profundo sentimiento de propiedad de la lengua española, por lo que se empeñan en la persecución de los extranjerismos.
Pero no en todas partes son aceptadas y adoptadas tales medidas, ni parecidas. En Argentina, en 1993, un ministro intentó que se promulgara una Ley de Defensa del Idioma, pero recibió tal aluvión de críticas y protestas que presentó su dimisión.
En la década de los 80 se creó en México una Comisión para la Defensa del Idioma Español, que tuvo una vida muy corta. Sin embargo, en Colombia, en 1980, se promulgó un decreto por el que se obligaba a expresar en español el nombre de todo establecimiento, empresas, centros culturales o deportivos, hoteles y restaurantes. Y una ley, en Costa Rica, prohibió, en l996, que las empresas utilizaran rótulos escritos en idiomas que no fueran el español o las lenguas aborígenes.
Una propuesta similar se puso en marcha en las islas Baleares, en España, donde la invasión turística ocasionó que hasta la carta de los restaurantes estuviera escrita en idiomas extranjeros, pero no en español. Y yo tuve la experiencia, hace tiempo, de lo difícil que era encontrar libros y revistas en español en una zona turística de las islas.
No se trata, amigos, de implantar medidas dictatoriales para proteger el idioma, pero sí de crear políticas a favor de la lengua propia, las cuales fomenten la buena conciencia lingüística de los hablantes. Todos lo necesitamos.

Luque Maricarmen

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