martes, 31 de marzo de 2009

Hoy hablo de mis sentimientos

Madrid.- Hoy, en Madrid, no puedo sustraerme a lo que me rodea.
En estos días aciagos en los que el terrorismo impone la ley de la sangre y el exterminio, sembrando el dolor, la desolación y la angustia entre personas de bien, cuyo único delito es vivir, nos faltan en el diccionario palabras de condena y rechazo para semejantes asesinos y atrocidades.
Y sobran por inoportunas otras, con las que la prensa se refiere a sus actuaciones.
Porque, ¿cómo se puede llamar autoinmolación a lo que los terroristas hacen cuando, para asegurarse de que un atentado llegue al fin perseguido, colocan los explosivos en su propio cuerpo prefiriendo perder la vida con tal de quitársela a los demás?
Dejémonos de eufemismos y llamemos a las cosas por su nombre. Eso es un vulgar suicidio con la circunstancia agravante de que, mientras los suicidas no buscan más que su propio fin, estos criminales utilizan el suicidio para rematar la operación, la cual culmina de forma segura con su propio final.
La inmolación exige víctimas inmoladas, que en este caso no son los terroristas suicidas, sino a los que ellos sacrifican.
Dejemos el término de autoinmolación para los que sacrifican su propia vida por Dios o en beneficio u honor de alguien, pero sin llevarse a nadie por delante.
Todo lo demás, con o sin suicidio añadido, es un horrendo crimen y un vil asesinato. Discúlpenme, amigos, esta vez se mezcló la lengua con los sentimientos.

Luque Maricarmen

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