martes, 31 de marzo de 2009

El campechano, monosabio y zascandil

Hoy, nos acercamos juntos a algunas palabras de las que surgen de vez en cuando en el lenguaje habitual, y lo hacemos para descubrir su origen y la historia que llevan detrás.
De la jerga taurina nos llega el vocablo monosabio; seguramente alguna vez se han preguntado el porqué de ese extraño nombre para designar al mozo que ayuda al picador en la plaza de toros.
Parece ser que por el año 1847, llegó a la ciudad de Madrid un extranjero con una cuadrilla de monos amaestrados. Y eran tales habilidades las que los changos realizaban, que el público empezó a llamarlos monos sabios. Y como poco tiempo después los mozos de los cosos taurinos fueron uniformados de azul y rojo con trajes casi iguales a los que los monos lucían en sus exhibiciones, la gente, siempre presta a la broma, les puso el mismo nombre que a los hábiles changuitos. Y como monos sabios quedaron, aunque el vocablo hoy se dice y escribe en una sola palabra.
En distintos lugares de habla española se califica de campechano al que es llano, cordial y afable sin establecer distancia en el trato con los demás, aunque su posición sea encumbrada.
El adjetivo es de origen mexicano por la fama de cordiales que tienen los naturales de Campeche, tierra de vida placentera según la creencia popular. Y como Campeche procede de la palabra maya “Ah-Kin-Pech”, cuyo significado es “que viene del sol”, resulta que la campechanía, esa cualidad de alegre llaneza, es de origen divino.
El término zascandil se aplica al hombre despreciable, ligero y enredador. El zascandil es además bullicioso y entrometido, y ofrece cosas que no puede cumplir. Pero, lo más curioso de la palabra es su pintoresco origen. Parece que en los bailes y reuniones de gente grosera y pendenciera, el más atrevido derribaba de un golpe, ¡zas! el candil, y así, protegido por la oscuridad, cometía toda clase de excesos.
La historia resulta un poco chistosa, pero como me la contaron se la cuento.

Luque Maricarmen

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