miércoles, 1 de julio de 2009

El idioma, el escritor y el libro en el mundo actual

Recordaba yo un encuentro en La Casa de América de Madrid, que tuvo lugar en los albores de este siglo por el que caminamos ya hace años...
Fue un ciclo de conferencias en el que dos escritores, uno portugués y otro español, reflexionaban sobre las letras, la palabra y el escritor en el mundo actual; y ambos coincidían en que la palabra y la reflexión están en crisis. En que la aceleración que nos invade y en la que estamos inmersos, plantea un futuro impredecible.
Se preguntaban los conferenciantes o conferencistas (los dos términos son válidos) si el idioma, el escritor y el libro serán tres víctimas del nuevo milenio, considerando el imperio de la imagen, el sonido y la propaganda.
Unas frases iluminadas me devolvieron la esperanza: “Mientras haya algo que relatar, habrá libros. Y el libro nunca será sustituido por la pantalla, porque ésta no permite tocar, acariciar ni percibir su olor como las páginas de un libro. Sobre un disco duro no se puede llorar como se llora sobre un libro”.
Recordaban los escritores la necesidad de reforzar el humanismo en nuestro mundo actual, un mundo que cada vez rebaja más la exigencias humanísticas en favor de los requerimientos científicos y tecnológicos.
Humanismo es el conocimiento y el cultivo de las letras humanas, de las humanidades. Y la formación humanística es parte importante en la formación integral del individuo.
Y son las lenguas un poderoso elemento de comunicación que transmite un enorme complejo de valores culturales. Por eso hay que conocerlas y cuidarlas.
Produce tristeza constatar el destrozo que se hace de la propia lengua en los mensajes que se envían a través de los teléfonos celulares, sacrificando la corrección y la estética del idioma a las exigencias de la prisa y el pragmatismo que nos dominan.
No es suficiente hacerse entender; eso es muy fácil; los animales lo consiguen sin ninguna preparación. La lengua es mucho más importante. Es un instrumento para crear belleza, de valor incalculable. En nuestras manos está su destino.

Luque Maricarmen

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