Cuando aparecen realidades nuevas, es normal darles nombres diferentes hasta que, por consenso tácito entre los hablantes, consiguen una forma definitiva.
Tal sucedió con la palabra en versión triple: microlentilla, lentilla y lente de contacto.
Las tres se refieren a la lente que se aplica directamente sobre el globo del ojo; o más técnicamente, al pequeño disco de plástico o vidrio, cóncavo por un lado y convexo por el otro, que se aplica directamente sobre la córnea para corregir los defectos de refracción del ojo. Vale.
Lentilla es la adaptación del francés lentille, que significa lente, y aunque al hispanohablante le suene a diminutivo, y por eso empezó a llamarlo “microlentilla”, lo que suena a redundancia, no está lejos de la realidad, pues eso es, una pequeña lente.
Sin embargo, con el tiempo se generalizó el uso de las lentillas en los ojos y el de la palabra en el lenguaje, por lo que el nombre quedó así establecido: lentilla en el uso coloquial y lente de contacto, más apegado a la realidad.
Hay otras palabras no tan nuevas y que más nos gustaría no tener que pronunciar, pero ahí están; nombrando realidades que, por desgracia, están entre nosotros.
Me refiero a cancerígeno y canceroso. Con frecuencia se confunden los dos términos, y se habla de células cancerígenas o de productos cancerosos.
El adjetivo cancerígeno se aplica a lo que puede provocar la enfermedad del cáncer. El tabaco puede ser un agente cancerígeno, pero una célula no puede ser cancerígena; si está afectada de cáncer es cancerosa. Y un tumor maligno no es un tumor cancerígeno, sino canceroso.
Lo cancerígeno provoca cáncer; lo canceroso ya está afectado de cáncer.
Y aunque les suene raro, estas dos siglas, LP, que durante años hemos venido usando para referirnos al disco de larga duración, iniciales de los vocablos ingleses “long play”, ya hace tiempo constituyen una palabra en español: elepé, disco de larga duración, y así figura en el diccionario, con su plural: elepés.
Luque Maricarmen
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