miércoles, 20 de enero de 2010

Desencadena sentimientos encontrados: Entre nosotros, el libro electrónico

Ya tenemos entre nosotros el libro electrónico. De hecho, ha sido uno de los regalos estrella en las fiestas que acaban de terminar. Y su aparición desencadena sentimientos encontrados: ¿servirá para facilitar la lectura en los momentos en que no se puede acudir a una biblioteca o transportar un libro? ¿Resolverá problemas de almacenamiento y ampliará la capacidad de información? ¿Provocará la muerte del libro impreso?
Es obvio que en la última generación hemos vivido una revolución en las comunicaciones, consecuencia de la generalización de la computadora u ordenador personal, y del uso también generalizado de Internet.
Con frecuencia se afirma que la revolución electrónica es tan importante como lo fue la revolución de la imprenta o como la sustitución de los manuscritos por los códices en la Alta Edad Media. Y hay expertos que piensan que esta revolución acabará con la muerte del libro.
Pero echando un vistazo a la historia se ve que ninguna revolución ha sido definitiva. Si la invención de la escritura no hizo desaparecer la necesidad de la comunicación oral, ni el libro impreso terminó totalmente con los manuscritos, es de esperar que lo de hoy sea una especie de coexistencia entre los textos impresos y los electrónicos, y será el uso el que marque la adecuación de unos u otros para distintos propósitos.
Está claro que adaptarse a cambios revolucionarios nunca es fácil, y menos para los que ya llevamos gran parte del camino recorrido con los medios anteriores. Porque yo he de confesar que prefiero arrellanarme en un sillón a disfrutar de un buen libro, oyendo el ruido de las hojas al pasar y respirando el olor que despiden, a ser lectora electrónica con una pantalla entre las manos.
Como ven, es cuestión de preferencias. Y aunque no se pueden negar las ventajas del libro electrónico: una memoria capaz de almacenar más de 1500 títulos, su peso y tamaño reducidos, la posibilidad de elegir el tipo y tamaño de letra, etc., seguirá habiendo quien no esté dispuesto a privarse de la sensación de hojear un libro.

Luque Maricarmen

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