sábado, 26 de septiembre de 2009

A veces es sólo un matiz

Sobre el uso indistinto de las palabras honestidad y honradez, he sido testigo de muchas discusiones. Discusiones que no tienen una conclusión categórica, aunque se puede matizar.
Si nos ceñimos al significado académico de cada uno de los vocablos, honesto es el decoroso, el decente, el recatado o pudoroso. Honrado, el que obra rectamente, con integridad y justicia. En honor a la verdad, hemos de reconocer que honesto, en su tercera acepción se identifica con honrado en el sentido de razonable, justo y recto.
Es casi inevitable que por influencia del inglés, donde la palabra honesty engloba los significados que en español se expresan con honestidad y honradez, pronto los dos términos se reduzcan a uno solo, y honesto sea el elegido.
Sin embargo, oí decir a un periodista preocupado por el lenguaje, al abordar esta cuestión: “En español, lo honesto se aplica de cintura para abajo, lo honrado de cintura para arriba”.
Y no deja de ser una forma simple, pero bien gráfica, de marcar la distinción entre ambos vocablos. Aunque el uso los identifique.
Rescatemos la honradez, que buena falta nos hace, y califiquemos de honrado al político que cumple sus promesas electorales, busca el bienestar del electorado y no pretende enriquecerse a su costa. Si además es honesto, mejor. A veces surge la duda entre los adjetivos, superviviente y sobreviviente; ¿cuál es el correcto? Ambos. En el habla culta, al que sobrevive, es decir, que “sigue viviendo después de la muerte de alguien, de la desaparición de algo o de un suceso”, se le puede aplicar cualquiera de los dos. Sin embargo, el sustantivo derivado de este verbo, “la acción de sobrevivir”, es supervivencia, no sobrevivencia.
Y el complemento del verbo sobrevivir siempre va introducido por la preposición –a; Se sobrevive a la pérdida de un hijo, a un atentado, a un accidente.
Son precisiones sobre el lenguaje que es necesario observar.

Luque Maricarmen

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