No me
canso de comprobar la sabiduría popular que encierran los refranes, sabiduría
no aprendida en libro alguno sino extraída de la vida misma. Decía en Ingenioso
Hidalgo Don Quijote de la Mancha a su incondicional escudero “paréceme Sancho
que no hay refrán que no sea verdadero porque todos son sentencias sacadas de
la mesma experiencia madre de las ciencias todas”
Y es
una lástima que no recurramos a ellos con más frecuencia en nuestro lenguaje
diario, porque la verdad es que los hay una para cada una de las situaciones
que vivimos. Sensato es el refrán propio de las tierras frías “calor de paño,
jamás hizo daño”, supone una alabanza a la prenda de abrigo confecciona en paño
tela de lana muy tupida que, aunque no fina, está indicada contra las
mordeduras del frío.
Cuentan
del poeta español Campoamor que allá por los años de su ancianidad a finales
del siglo XIX tomó por costumbre usar, casi constantemente, un grueso paletó. El paletó que no el paleto que es la persona rústica y sacia,
pues como les digo el paletó que el poeta no se quitaba de encima era un gabán
de paño, grueso, largo y entallado. Y cómo alguien le preguntase porque se arropaba
de tal manera, el socarrón asturiano contestó “porque quiero comprobar cuánto
dura un poeta bien abrigado”. Y fíjense que no empleo mal método porque sin
conocer los antibióticos el poeta llegó a cumplir 85 años de vida.
Otro
refrán: “donde las dan, las toman” expresa que al que hace daño u ofende le acaban
pagando con la misma moneda. En decir que el ofensor no tardará en ser
ofendido. Y viene como anillo al dedo, o sea oportunamente, a la anécdota que
les comento: todos sabemos que Bretaña es una región francesa y los naturales
de ese lugar se llaman bretones. Pues cuentan que el escritor español
apellidado Bretón de los Herreros, secretario que fue de la Real Academia de la
Lengua allá por el siglo XIX, tenía un vecino bromista médico de profesión de
apellido Mata. Un día el doctor Mata en plan de burla colgó un cartel en la
puerta del escritor con la inscripción “en esta habitación no vive ningún
bretón” y fíjense como donde las dan las
toman al día siguiente en la puerta del galeno colgaba otro cartel que
decía: “vive en esta vecindad cierto médico poeta, que al fin de cada receta
pone Mata y es verdad”. Es un ejemplo práctico del refrán que les comento.
Bueno
antes de irme quiero responder a una pregunta formulada por un radioescucha. ¿Cuándo
a consecuencia de un golpe o por otra razón sale en la piel una mancha amoratada
negruzca o amarillenta cómo se llama: moratón o moretón? De cualquiera de las
dos formas, el moratón, moretón o cardenal, responden a la misma definición.
Maricarmen Luque
No hay comentarios:
Publicar un comentario